Margarita estaba aterrorizada, su voz temblaba.

—¿Cómo te atreves a irrumpir en la sala de pacientes y a sacarme sangre? Esto es ilegal. —

—¿Ilegal? —

Farel esbozó una sonrisa irónica. —Tú tienes un ataque de locura, destrozas todo a tu paso, no estás en sus cabales y dañas la propiedad del hospital. Yo sólo hago lo que haría un médico, intento ayudarte a curarte. —

Jugaba despreocupadamente con el tubo fino en sus manos, preguntándole con ligereza.

—Ayudar a los demás es mi deber, ¿dónde está el delito? —

El rostro de Margarita palideció, sintiendo un frío en la espalda.

El aura de él la asustaba tanto que casi la hacía enloquecer.

—¡Suéltame, déjame ir! —

Cuanto más luchaba, más rápido le extraía sangre.

El frasco de vidrio colgado junto a la cama se balanceaba, tiñéndose de rojo con la sangre.

Margarita sentía como si algo le estuviera siendo arrancado de su interior, ese sentimiento de pánico y descontrol la aterrorizaba.

—Papá, papá, ayúdame, ven rápido. —

Gritaba fuera de control hasta quedar ronca.

sala tenía un espacio aislado, tanto la privacidad como el aislamiento

reinaba el silencio, sin

se sentía más desesperada

su muñeca parecía una

escurría poco

se oscurecía

anemia, era

—¡Clic! —

la sala se abrió de golpe, y Norman,

que sucedía, se le heló

right hot

piedad, Margarita no sabe lo que hace, por favor no sea tan

mano y cuando miró a Norman, su sonrisa se

parece que no escuchaste nada de lo que te dije hace

educar a tu hija, permíteme enseñarte

frío

siento, déjame

parecía impasible, ignorándolo por

otra carta

favor que

tenía que usarlo por

se detuvo y

de miedo, desesperadamente se quitó la aguja, con sangre fluyendo por el

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