Capítulo400

En la habitación del hotel, Morgan llamó para que le trajeran ropa de repuesto. Esa enfermedad suya no fue tan repentina. Ya en el pueblo Fuenteserena, se sentía incómodo. Además, por venir desde Sherón hasta Xoán, para encontrarse con Cira, al final, se resfrió después de una nevada.

Se puso la camisa frente al espejo, sus dedos largos abotonaron la camisa uno por uno. Sus facciones profundas y tridimensionales estaban frías, sin rastro de la actitud que solía tener frente a Cira.

Sí, pudo pasar la noche en la habitación de Cira la noche anterior, solo dependió de su actitud de caradura. De hecho, Cira aún no lo había perdonado por completo.

Las cosas pasadas habían dejado un gran peso en el corazón de Cira. La reconciliación entre ellos era tan frágil como el papel. Los sentimientos positivos cultivados durante los primeros días de enero se arruinaron con un solo malentendido. Ahora ella había vuelto a levantar una barrera contra él.

Era un castigo merecido.

Con molestia, se puso el abrigo, Morgan salió de la habitación y tomó el ascensor. Fue entonces cuando se encontró con Enrique, que bajaba desde arriba.

Enrique dejó su teléfono y expresó sorpresa: -Morgan, ¿no volviste a Sherón?

Morgan frunció ligeramente el ceño de manera rápida: Vine ayer.

Enrique miró su rostro, que no lucía muy bien: -¿Realmente estás enfermo? ¿ Fuiste al hospital?

Morgan mantuvo la calma: -Ya estoy bien.

Enrique lo miró pensativo.

mantenía

la situación y levantó las

Ah… Eh, ¿así

buscar la reconciliación con la secretaria López? Bien hecho, mi Morgan, ahora incluso

conocían desde hacía más de veinte años, y nunca había visto a Morgan actuar tan sumiso. No era el hermano

trucos, y tú

incluso si llegara a ese punto, que Cira no caería bajo su

con él, contraatacó con sarcasmo: -Isabel

con una sonrisa incitante-. Morgan, tú

lo miró desfavorablemente:

a preguntar quién

al primer piso y

era

abogada talentosa. En la región sur del país, pocos abogados podrían igualarla, ella siempre ganaba.

prefería encontrar a alguien para

hasta salir del hotel, llamó a

después de escucharlo, también sonrió. Enrique estaba bastante. perplejo: ¿Cómo de repente se fijó en

la oficina, girando un bolígrafo, con una expresión tranquila y que ya lo había comprendido todo: No es que se haya «

la barbilla: Incluso su «

Ramón:

Estoy ocupado, cuelgo.

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