Capítulo 13

-¿A dónde vas? ¡Aplícame el medicamento! -La ordenó Pedro.

-Lo siento, no soy médica, además no tengo esta obligación. -Bella se negó con tono frío. Frente a su negación, Pedro estaba aún más desagradable, porque ella acababa de mostrarse claramente ansiosa y preocupada, en un instante demudó de color, más rápido que hojear un

libro.

-¿No tienes esta obligación? ¡Piensa por quién estoy herido!

Bella quería replicarlo, porque si él no hubiera chocado con el coche de Pero por su cuenta para desahogar su ira, no se habría lesionado. Sin embargo, estaba claramente decidido a ajustar cuentas con ella, y Bella realmente no tenía ganas de discutir con él, pues se entregó. Además, creyó que no le costaba mucho tiempo aplicar un medicamento.

Fiona ya había sacado la caja de medicinas, así que frunciendo sus cejas bellas, cogió los bastoncillos de algodón y el alcohol.

-Señor, señora, iré a ocuparme primero, llamadme si necesitáis algo.

eran muy graves, pero se veía piel y carne al descubierto y su herida sangraba mucho.

-Listo.

de metilo en el brazo, Bella se dispuso a recoger

herida. -Pedro estaba algo descontento con

sufrido tantas heridas que ella ni siquiera se dio cuenta. Bella echó un vistazo a su frente, y efectivamente tenía una herida cerca de la sien. Probablemente, había sido corta por cristales rotos, y ya tenía costras. Al ver eso, Bella no dijo nada más y

Ella estaba muy cerca de él, con su cintura ligeramente doblada. Unos mechones de pelo cayeron sobre su cara, su fragancia le penetró a la nariz a

-No te muevas.

eso, Bella le fijó la

cálida y suave manita se puso en su frente. Pedro sintió que se le secaba un poco la garganta, así que

blanca y translúcida, tan delicada que incluso la sutil pelusa era evidentemente visible. Su nariz era pequeña y fina, y sus labios estaban

+15 BONUS

que estaba a punto de tocar los labios de Pedro, así que él besó a Bella en sus mejillas. Le fascinaba mucho el

se esforzó por

volvió en sí y le advirtió con apatía: Sólo fijate en aplicar la medicina, no pienses

¡Loco!

bastoncillo de algodón que llevaba en la mano y se

ver que ella caminaba moviendo la cintura, se le vino a Pedro a la mente inexplicablemente la suavidad y esbeltez que sentía al sostenerla cuando se cayó. Torciendo los dedos, repentinamente Pedro tenía sed otra vez, entonces fue a la cocina a servirse con un vaso de agua helada. Mientras tanto, Bella volvió a su habitación y se acostó en su cama, con el corazón

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