Capítulo217

-¿Ya terminaste? Puedes irte ahora. -dijo Pedro, ahuyentandole..

Manuel se mantuvo firme: -Ya que he venido, y siendo aún temprano, ¿cómo dejar pasar la oportunidad de disfrutar de estas maravillosas aguas termales naturales?

Para estas palabras, Pedro no se sorprendió en absoluto y tampoco tenía ganas de refutarlo, simplemente ordenó: -Mantente alejado de mí.

Tan llamativo, le molestaba que pudiera causar vergüenza ajena.

-Hermano Pedro, ¿dónde está mi cuñada?-preguntó Manuel sin importarle la actitud de Pedro, con tono de burla-. He oído que tú y cuñada protagonizaron una escena de cariño en público hace poco.

-Asuntos que no te conciernen, mantente al margen.

-Pedro, tienes el corazón muy duro, ahora que tienes a tu esposa, ¡ya no quieres a tu hermano!

Manuel se lamentó, sintiéndose dolido y decepcionado: -Fui yo quien convenció a Elena para que trajera a Bella aquí, ¡y ahora tú me das la espalda y ni siquiera quieres compartir conmigo. algo tan importante!

Cállate.

Pedro, hastiado por la charla incesante de Manuel, desvió la mirada hacia el frente.

Bella y Elena salían del estanque termal y se dirigían a la zona de comida.

mirada de Pedro no pudo evitar seguir la figura de Bella, su cabello ligeramente húmedo, sus curvas sinuosas, su piel nivea resplandeciendo bajo la luz

recién

¿cómo era que ahora le parecía

mirada de otros hombres se posaba

siguió la mirada de Pedro y divisó a Bella y

y riendo con los ojos

qué estás sentado aquí? ¿No tienes hambre? ¿Por qué no vamos a comer

respondió

indiferencia, así que asintió: -Sí, tengo hambre, ¿hermano Pedro me harías el favor de acompañarme

se levantó con desgana:

seductor y las saludó halagadoramente: -Guapas, es

+15 BONUS

iqué sorpresa vertel ¿No dijiste que no estabas

chico guapo, pero Elena parecíal tratarlo con tanta

la cabeza con la cara roja cuando vio a su hermano Pedro, así era como

Bella le daba mucha vergüenza

echada sobre los hombros. Tenia una figura ancha de hombros y estrechos de caderas, con músculos firmes. Era muy robusto y

la luz tenue de la habitación no le permitía apreciar tan claramente

largas y fuertes piernas le resultaban

a comer. Unanse

poco herido, propuso: -Señorita Elena, los mariscos a la parrilla de allá

quédate aquí con el

intentó protestar: -¡Yo también voy

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