Capítulo 48

En el carro iban dos personas, discutiendo sin parar. Briar ya había llegado a la puerta de la casa de los Yelamos, y aquella mujer jamás habia sido llevada por un hombre de la talla de Briar, su voz temblaba de la emoción: -Señor Briar… es usted… ¿de verdad..?-

¿Cómo te llamas?- preguntó Briar frunciendo el ceno.

-¡Me llamo Yolanda!-

Yolanda rápidamente se presentó, -¡Jamás imaginé que el señor Briar Yelamos iba a necesitarme!-

-Yolanda, desde ahora, cállate. No hables más de la cuenta de lo que veas. Si se llega a saber esto, me aseguraré de que lo pases muy mal-

Yolanda se calló asustada por el tono de Briar, pero por dentro no podía con la emoción.

¡Dios mío, ese hombre era Briar! ¡El mismo Briar Yelamos que todas las mujeres de Ciudad Arriba querían en su cama!

¿Qué lotería había ganado para tener tal suerte?

Briar entró a la casa con Yolanda y se dio cuenta de que no había zapatillas de más, así que le pasó unas chanclas de hombre. A ella no le importó y le dio las gracias con una voz suave.

-Briar no le prestó atención, su mirada se desvió hacia el zapatero y sin querer recordó a Melody, quien

cinco años se ocupaba de que todo estuviera en orden. Después de que ella fuera encarcelada, él había desechado todo lo relacionado con esa mujer y aún seguía así…

pensamientos, Briar dijo, -Sube, ve

llevada por Briar ya era suficiente

repente y alguien la empujó bruscamente sobre la cama, sin ningún tipo de piedad.

que el hombre sobre ella no quería ver su cara, no le mostró ni la más mínima

se preguntaba si, en la oscuridad, si no fuera Briar, no

qué apagar la

que no podía ser, que la habían llevado a casa

¿y si ella pudiera

vio a Briar ntrar impecablemente vestido, como si nada hubiera pasado, con una indiferencia que la hacía sentir como una completa

se sentía amargada, pero al mismo tiempo feliz; después de todo, había estado con

Yolanda notó que, aunque compartían la misma manta,

habia vueltoja tocar como si cualquier

innecesario

miró y escupió una palabra

se sintió herida y murmurd -Señor, he hecho algo mal

nerviosa. Se vistió

con desden, pero no dijo nada. Esa risa la hizo sentirse aun m rápidamente y, al abrir la puerta se encontró con un niño pequeño parado en el umbral, que al levantar la cara,

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