Capítulo 799

Después de arreglarse, Carol vio que ya eran casi las cuatro de la tarde.

Su estómago rugía de hambre.

Bajó las escaleras vistiendo una camisa de Aspen, y justo al empezar a bajar, un aroma delicioso le llegó.

Su apetito se despertó, y apuró el paso hacia la cocina.

Al entrar, no vio a Aspen por ninguna parte; la estufa estaba apagada. Mientras se preguntaba dónde estaría, escuchó unos aullidos infantiles fuera de la casa.

Sonaban como cachorros de lobo llamando.

Movida por la curiosidad, Carol salió y encontró a alguien asando brochetas.

Bajo un clima agradable, con un parasol y un asador cargado de variadas brochetas, Aspen, luciendo shorts de playa y una camiseta blanca, se ocupaba hábilmente de las carnes, rodeado de un grupo de cachorros de lobo que

babeaban de antojo.

El estómago de Carol rugió aún más fuerte, sintiendo que podría devorar un lechón ́entero en ese estado de hambre.

Decidiendo olvidar los agravios de la noche anterior, corrió hacia él y exclamó: “Qué rico huele“.

Aspen se volvió hacia ella con una sonrisa, su mirada bajó involuntariamente hacia sus piernas.

Eran rectas, largas y blancas.

su camisa, esas

se entrecerraron, con una

a punto de reprocharle cuando Aspen, con una sonrisa,

que la glotoncita ya está aquí, ¡hora de comer!”

y luego cogió unas brochetas ya listas, las sopló cuidadosamente y

despacio, cuidado con quemarte“.

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darle un beso.

alejó juguetonamente y se acercó

regañarle, pero Aspen la interrumpió colocando la brocheta en

y no perdió la oportunidad de

ternura y preguntó, “¿Te gusta?”

está muy delicioso!”

que para conquistar el corazón de una mujer, primero había que conquistar

estómago, ella no podría alejarse

sido algo duro con ella la noche anterior

ni frío ni calor.

comer, caminaron por la playa, disfrutaron de la brisa marina, hicieron videollamadas

de Miro cuando era pequeño. Así, se acomodaron en el sofá de la

ser un padre excepcional a través

paciente y cuidadoso, ejemplificando el dicho de

importante de Miro, desde

Miro comiéndose las manos, su primer giro, su primera vez sentándose solo, su primer alimento sólido,

y apoyada en su hombro, oscilaba entre la risa y las lágrimas de emoción.

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