Capítulo 142

Dicho eso, el hombre hizo um guiño, ante lo cual un sujeto fornido a su lado, que media alrededor de 1,9 metros de altura, ¡levantó el puño y lo golpeó hacia Natalie!

Pero, para la sorpresa de todos, a unos diez segundos, el hombre corpulento cayó frente a la multitud con un ruido sordo,

Al ver eso, el tuerto hizo una mueca y gritó: ¡Vamos, compadres! Denle una dura paliza a esta mujer.

Sin embargo, la docena de hombres apenas aguantó cinco minutos antes de quedarse tirados desordenadamente en el suelo, quejándose. En cuanto a las mujeres que los acompañaban, ya se habían asustado y huido hace rato. En ese momento, la sala estaba hecha un desastre, con la lámpara de araña del techo tambaleándose, a punto de caer.

Natalie se acercó para levantar a Tina y dio pasos firmes para salir de la habitación.

Pero apenas llegó a la puerta, la detuvieron la gerente de Divertia, Emma Soto, y un grupo de guardias de seguridad.

-Disculpa, señorita, después de haber golpeado a mi huésped, ¿cómo esperas que hagamos negocios en el futuro si te largas así sin más?

Natalie, con gesto helado, le preguntó: -¿Qué quieres entonces?

Emma sonrió ligeramente, pero sus ojos rebosaban amenazas. Eso es muy sencillo. Dame un dedo tuyo y las dejaremos ir.

-¿Quieres un dedo mío? Pero no creo que sean capaces de lograrlo.

palabras, el rostro de Emma se tornó adusto mientras

sostuvo la mirada sin expresión, ni el menor temor en sus ojos.

tienes que pillarla! ¡Seguro que voy a matar a esta zorra! ¡Si

esa parte seguía ocasionando

e instruyó en tono frío:

esa orden, los guardias de seguridad detrás de ella estaban a punto de abalanzarse hacia Natalie

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que se atrevan a

todo el mundo se dirigió hacia el lugar de donde provenía la voz, y cuando se dieron cuenta de que era Leonardo, sus rostros se cubrieron

su parte, también se sorprendió por un momento, pues no esperaba

fue la primera en volver en sí y enseguida mostró una sonrisa aduladora mientras caminaba hacia Leonardo.

de que pudiera terminar su frase, el guardaespaldas al lado de Leonardo le propinó una patada que la hizo volar,

apoyándose en la pared, y soportando el dolor que sentía, continuó: —Es un malentendido…

ni siquiera la miró, simplemente fijando

ahí de

percibir su enfado, Natalie frunció los labios y se dirigió a su lado mientras ayudaba a Tina.

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