¿Tuvimos un hijo

Capítulo 220

Daniel llegó de prisa y, cuando vio a Helen bebiendo licor, le arrebató el vaso. —No beba así, señorita Sarabia, que le va a caer mal. —Daniel. —Se levantó y lo abrazó. En serio necesitaba un hombre y no quería pasarla mal, incluso si no tenía a Elías para sí misma. Ante su contacto, a él se le puso rígido el cuerpo, por lo que intentó apartarla, pero ella lo tomó con fuerza del cuello—. No me dejes tú también, Daniel. Abrázame. Con poco entusiasmo, él accedió; Helen, aunque sabía que estaba apoyada contra Daniel, no podía dejar de pensar Elías. Con eso, cerró los ojos y se consoló imaginando que estaba abrazando a Elías. Mientras tanto, en casa de Anastasia, Alejandro estaba esperando a que llegara Elías después de llamarlo a escondidas. Por otro lado, Anastasia estaba ocupada con las tareas de la casa y, cuando terminó de lavar su ropa, eran cerca de las 8:00 de la noche. Justo cuando estaba por volver a su habitación para continuar sus labores, sonó el timbre: «¿Mmm?, ¿quién podría ser a esta hora?». Con eso, se dirigió a la puerta y se encontró con Elías, a quien vio de pie por la mirilla. Le sorprendió que aun así haya venido: «¿No se supone que estaba en una cita con Helen? ¡¿Qué está haciendo aquí?!». El timbre sonó una vez más y supo que no iba a irse pronto. Entonces, con frustración, abrió la puerta y puso una cara furiosa. —Ya son altas horas de la noche. ¿Qué está haciendo aquí? —Vine a jugar con Alejandro. —Gracias, pero no. Yo jugaré con mi hijo, así que retírese —le dijo con indiferencia. Sin embargo, el pequeño corrió por detrás de ella en ese instante. —¡Está aquí, señor Palomares! Vamos a jugar abajo. —Anastasia se le quedó mirando a su hijo mientras este salía corriendo por la puerta y tomando a Elías de la mano, diciendo—: ¡No esperaba que llegara tan pronto! De nuevo, ella se quedó sin palabras: ¿será que su hijo llamó a Elías para que viniera? —Mami, por favor, no te enojes con el señor Palomares. Lo llamé y le pedí que viniera a jugar conmigo —le dijo, mirándola. Aparte de no poder decir nada, ahora también estaba afligida, por lo que lo regañó: —Alejandro, ¿quién dijo que podías molestarlo cuando quisieras? Te he dicho que es un hombre muy ocupado. No tiene el tiempo de jugar contigo. ¿Por qué no haces caso? Era raro que Anastasia se enfadara con su hijo, pero, en ese momento, estaba molesta. Pensó que su hijo estaba siendo desconsiderado al llamarlo para que viniera justo cuando estaba en una cita con Helen. —Lo siento, mami. —Él se puso cabizbajo y se disculpó cuando se dio cuenta de que hizo enfadar a su madre. Por primera vez, Elías miró a Anastasia reprendiendo al pequeño y, entonces, levantó a Alejandro y lo miró con angustia antes de decirle a ella: —Tengo tiempo. Me alegra mucho jugar con Alejandro, así que no lo regañes más, por favor. Anastasia tampoco quería hacerlo, pero ese día estaba de mal humor y ya no quería tener una relación con Elías tampoco, así que deseó que Alejandro dejara de estar tan unido a Elías y se alejara de él. —Alejandro, métete; deja que el señor Palomares se vaya a casa. —Salió y estiró las manos para cargar a Alejandro, quien se inclinó hacia ella de inmediato. Por otro lado, Elías le tenía miedo a Anastasia en ese momento, pues le preocupaba haberla herido con sus palabras o molestarla y, sobre todo, que lo odiara. Apenas se había enterado por Helen cómo lastimaron a Anastasia, cómo concibió y dio a luz al hijo del que la violó y cómo la corrieron de casa. Era normal que Anastasia se sintiera repugnada por hombres después de lo que había pasado. Luego, intentó explicarle: —Anastasia, no tengo malas intenciones. Yo… —No es necesario que me dé explicaciones; sé que tenía una cita con Helen. Lamento que mi hijo los molestara —dijo y fijó su mirada en él mientras cargaba a Alejandro en sus brazos. Por un segundo, la respiración de Elías se detuvo y, cuando ella terminó de hablar, frunció el ceño. —¿Cómo sabes que estaba cenando con Helen? En cambio, Anastasia no quería hablar. El solo pensar en que exhibiera su excelencia sobre Helen y cumpliera su impulso biológico. Así como la odiaba a ella, también lo odiaba a él. No quería tener nada que ver con nada ni nadie que estuviera relacionado con Helen.
 
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