¿Tuvimos un hijo

Capítulo 252

―Franco, escuché que te molestaste tanto que terminaste en el hospital, ¡así que vine a visitarte!―El hombre entro a la sala con una sonrisa falsa en su rostro. Cuando Franco lo vio, su rostro se puso rojo al instante y gritó:―¡Qué hombre tan despreciable eres, Heriberto Castro! Crees que soy un objetivo fácil, ¿verdad? ¡Vete de aquí ya! Anastasia se volvió alerta al instante. Mientras miraba a bien vestido hombre de mediana edad frente a ella, se podía dar cuenta que no tenía buenas intenciones. Cuando miró como reaccionó su padre con la visita, asumió que era el comprador de la compañía de su padre. ―Franco, ¿Por qué continúas resistiéndote a estas alturas? ¡Entréganos la compañía, y puedes retirarte en paz!―El hombre se miraba amable, pero en realidad se estaba burlando de su padre. ―Vete. No voy a negociar con personas como tú. No puedes quitarme mi compañía.―El pecho de Franco se estaba agitando, claramente molesto por las palabras de Heriberto. ―No me importa quien sea, pero por favor salga de la habitación de mi padre. ―¡Guau! ¡Esta debe ser tu hija! ¡Qué belleza!―Heriberto miró a Anastasia con una pizca de lujuria en sus ojos. Uno podía darse cuenta con solo un vistazo que ser miraba como uno de esos viejos pervertidos de las calles. Anastasia sintió escalofríos formándose en su piel, bajo su mirada penetrante, mientras lo despido fríamente, diciendo:―Por favor váyase. ―¿Cuál es la prisa, hermosa? Solo estoy aquí para tener una pequeña conversación con tu padre antes de irme. Después Heriberto miró a Franco y se regodeó.―¡Mira cómo han cambiado las cosas! La compañía finalmente caerá en mis manos. Mira a tu alrededor, Franco. Deberías estar disfrutando la vida después de haber trabajado todos estos años. ¡Solo renuncia a tu compañía ya! Después de todo, sería beneficioso para ambos. Una vez más, Franco estaba tan furioso que su pecho comenzó a agitarse. Cuando Anastasia miró que su padre estaba molesto, recordó lo que el doctor había dicho sobre que no se exaltara demasiado, o de lo contrario le provocaría un ataque al corazón por completo. Al final, no pudo contener su enojo y tomó el cuchillo de la fruta que estaba sobre la mesa. ―¡Le dije que se fuera! ¿No me escuchó?―Lo amenazó. Heriberto se asustó al instante al ver esto, así que su asistente lo sostuvo rápidamente. ―¡Guau! ¡Tienes una hija luchadora! No es malo tener una postura dominante a una edad joven. Como tú ―dijo Heriberto mientras le lanzaba una mirada prepotente a Anastasia. Anastasia se sintió asqueada, pero no sabía cómo tratar con este tipo de persona.―Váyase ―dio otro paso hacia adelante. Antes de que Heriberto se fuera, no se olvidó de provocar a su padre al decir:―Franco, dice que lo que tenía que decir. ¡No me provoques!―Después de decir eso, miró a Anastasia y continuó:―Escuché que tienes dos hijas. Si ambas son igual de hermosas, estoy seguro que muchas personas estarán interesadas en ellas. Anastasia fue cerrar la puerta, pero Franco aún estaba temblando del enojo mientras gritaba:―¡Incluso si muero, nunca le entregaré mi compañía a un bastardo como él! ―Tranquilízate, papá. ¡Tienes que cuidar tu corazón!―Anastasia rápidamente fue hacia su padre para tranquilizarlo. ―¿Crees que puedo entregarle mi compañía? ¡Preferiría rogarle a Elías que nos ayude a dejar que este bastardo la adquiera! Anastasia, puedes prometerme que le pedirás al presidente Palomares que nos ayude, ¿por favor? Lo necesitamos para que nos ayude esta vez, pase lo que pase.―Franco estaba tan ansioso que sostuvo ambas manos de Anastasia, esperando a que se lo prometiera. Anastasia se quedó sorprendida por unos segundos, incapaz de darle una respuesta a su padre. Sin embargo, Franco la vio con una mirada desesperada y le rogó:―Estoy consciente de que conoces al presidente Palomares personalmente. ¿Por favor puedes prometerme que le pedirás su ayuda? Anastasia se sintió triste. «¿Cómo podía decirle a su padre sobre sus problemas?». Ella sabía que Elías la ayudaría si se lo pedía. Después de todo, una vez le prometió que la ayudaría con su padre. Sin embargo, ella ya había trazado una línea entre ellos la noche anterior. Si le pidiera ayuda ahora, no se trataba de su sentimiento vergüenza, sino más bien su orgullo y dignidad. ―Si no puedes prometerme esto, haré la llamada yo mismo. Sé que tal vez te sientes avergonzada por preguntarle por qué aún eres joven, pero yo no, mi orgullo ya no importa.―Después de soltar sus manos, Franco se dio cuenta que ya no podía poner sus esperanzas sobre su hija. Al final del día, aún era una joven mujer.
 
 
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