¿Tuvimos un hijo
Capítulo 260
Mario podía ver que Anastasia no toleraba del todo a Elías, aunque él le importaba mucho a ella. Después de cenar, Mario fue a pagar la cuenta, pero se enteró de que Ray ya lo había hecho, por lo que regresó a la mesa para informarle a Franco. —Presidente Torres, el presidente Palomares ya pagó la cuenta. —¿¡Qué!? ¡Joven Palomares, yo debería ser quien pague la cuenta! —exclamó Franco, sintiéndose culpable, pues ¿cómo permitiría que Elías gastara su dinero? —No se preocupe, señor Torres. Todos somos familia aquí —respondió Elías con un cierto brillo en sus ojos mientras observaba a la mujer al lado de Franco. «¿¡Quién de aquí es familia contigo!?» replicó Anastasia para sí mientras agachaba la cabeza. Por su parte, Franco no podía de dejar de agradecer a Elías, aunque en ese momento, recibió una llamada de su oficina. Le indicaron que había un asunto que debía atender con urgencia. Mientras observaba a su padre estrechar la mano de Elías y agradecerle una y otra vez, Anastasia se dio cuenta de lo grosera que había sido con él todo ese tiempo, aun cuando incluso su padre se comportaba diferente con el hombre. Repasó su comportamiento hacia Elías y temió que hubiera hecho algún descuido en el pasado. No lo respetó en cuanto se conocieron, incluso lo llegó a ver como alguien repulsivo. Todavía a este punto, lo veía como un igual y que de ninguna manera era superior a ella; sin embargo, ahora, viendo cómo su padre se comportaba, se dio cuenta de lo horrible que fue con él. —Gracias por lo de hoy, presidente Palomares. Iré a buscar a Alejandro para volver a la casa —indicó Anastasia una vez se acercó a Elías. Ya era hora de que regresarán también. —Mejor, ¿por qué no vamos de compras? Me gustaría conseguirle algunos juguetes nuevos a Alejandro —indicó Elías. Era obvio que tenía otros planes, así que tomó al pequeño en sus brazos y se dirigió al centro comercial. —Oye… —Anastasia lo llamó, ansiosa, pero los siguió, resignada. Llegaron a una tienda de Legos. Ray tomó cualquier paquete de Lego que llamara la atención de Alejandro. De un instante al otro, el carro de Ray estaba lleno de varios paquetes buenos, mientras él seguía a Elías y al pequeño. —Presidente Palomares, terminará mimando a Alejandro. Esto ya es suficiente —indicó Anastasia, poniendo un alta a la situación. Elías, quien seguía cargando al niño en sus brazos, aún quería continuar comprando más, pero al ver la mirada seria e intensa de Anastasia, supo que ella hablaba en serio. Se giró hacia Ray y le dijo: —Esto será todo. —Señor Palomares, ¿puedo jugar por allá? Alejandro apuntó hacia el área de juegos y esperaba que lo dejasen interactuar con los otros niños. En cuanto Elías lo bajó, salió disparado hacia el sitio. Una sonrisa gentil apareció sobre el rostro de Anastasia mientras observaba a su hijo completamente feliz. Cuando levantó la cabeza, se sorprendió al ver un par de ojos brillantes que la miraban. Sintió a su corazón acelerarse y parpadeó sin control, demostrando su inconformidad, sin saber hacia dónde ver. Aun cuando Elías no utilizaba una mirada gentil con las mujeres, cualquiera quedaba prendada de él, así que ¿quién sería capaz de resistirse cuando mostraba ese lado más suave? Después de pagar por los Legos, Anastasia pensó que ya era hora de regresar a casa. Se despidió de Elías antes de irse con Ray. Una vez regresaron, Alejandro estrenó sus nuevos juguetes en la alfombra. Se quedó absorto en lo suyo y Anastasia aprovechó para continuar con sus bocetos. Ahora, todo lo que tenía que diseñar era el colar de Elías, aunque no estuvo contenta con los diseños que creó aquella noche. Peor aún, su mente estuvo dispersa y no pudo concentrarse. Por otro lado, en la casa de la familia Torres, Noemí le preguntó a Franco sobre la situación con la Constructora Torres. Él no tenía nada que esconder de ella, por lo que le dijo que Elías intervino y la compañía no sería adquirida por nadie más. Noemí suspiró aliviada cuando escuchó eso. La compañía de Franco se salvó y ahora ella podía idear un plan para quedarse con ella, pues no podía quedarse de brazos cruzados y sin hacer nada. Mientras tanto, Helen estuvo esperando en su lujosa mansión por la llamada de Elías. Ya habían pasado dos días desde que Anastasia le dio el collar, pero él no la había contactado.
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