¿Tuvimos un hijo

Capítulo 245

Anastasia recibió una llamada de Fernanda alrededor de la 3 de la tarde para informarle que Elías había llegado al trabajo. Por lo que parece, Fernanda estaba más concentrada y preocupada sobre este asunto que la propia diseñadora. Después de recuperar la compostura, anastasia tomó el estuche de joyería de su escritorio y salió de su oficina. En la oficina presidencial, Ray le entrego el informe que estaba sosteniendo al hombre de la camisa blanca, quien justo se había quitado el saco.―Presidente Palomares, de acuerdo con la investigación, Heriberto adquirirá la Constructora Torres de forma activa dentro de una semana. Hasta ahora, él ya ha comprado una gran cantidad de acciones en la Constructora, lo cual es suficiente para entrar en las negociaciones con la junta. Ray aún tenía que terminar su informe cuando vino un golpe de la puerta, seguido de la voz de una mujer.―Presidente Palomares, soy yo, Anastasia. ¿Puedo entrar? Al escuchar esto, Elías se relajó de inmediato y le lanzo una mirada significativa a Ray. ―Mantén un ojo en la Constructora Torres y házmelo saber si pasa algo. ―Sí, señor ―respondió Ray. Después, se apresuró para abrir la puerta y le sonrió a Anastasia mientras la saludo.―Buenas tardes, señorita Torres. ―Igualmente, señor Osorio. ―El presidente Palomares está dentro ―dijo antes de hacerse a un lado.―Por aquí, por favor. Anastasia entró por la puerta y de inmediato miró al hombre en el escritorio. Llevaba puesto una simple camisa blanca de satén, pero por alguna razón, se miraba imponente al mismo tiempo. Cuando recordó lo que había pasado la noche anterior, su clara y determinada mirada de pronto vacilo, y se sintió nerviosa con tan sólo mirarlo. Bajó la vista y se dirigió directo hacia el escritorio, y después escuchó a Ray cerrar la puerta tras de ella. ―¿Qué puedo hacer por ti? ―preguntó Elías con una sonrisa. Le entregó el estuche de joyería y dijo de manera casual.―Aquí tienes. Esto es para ti. Una mirada de sorpresa atravesó su rostro cuando vio la caja en su mano, por su aspecto parecía que contenía joyería. Tomó la caja y la abrió, y sus ojos se iluminaron al ver los collares posados dentro. ―Esto es un regalo bastante repentino. Anastasia se dio cuenta que se había confundido, pensado que era un regalo de su parte. Ella cruzó los brazos y explicó directamente.―Es un regalo de una mujer, pero esa mujer no soy yo. Es Helen ―dijo el nombre con una gran cantidad de odio. Elías se congeló, y dejó caer su mano mientras preguntaba:―¿Por qué me lo estás dando de su parte? ―No quiero tampoco, pero ya que ella específicamente pidió que yo diseñara los collares, no tengo otra opción que entregarlos por ella también ―respondió con indiferencia y se giró para irse. Ella acababa de girarse en sus talones cuando una voz grave masculina la llamó.―Espera. Se giró para mirarlo con los ojos entrecerrados. ―¿Qué? ¿Quieres que te ayude a ponerte el collar también, presidente Palomares? Elías la miró con incredulidad. No podía entender cómo es que ni siquiera estaba un poco celosa. Levantó una ceja y dijo:―No tengo la intención de aceptar este regalo. ―Ese no es mi problema. Si no lo quieres, sólo regrésaselo a Helen tú mismo ―contestó Anastasia con indiferencia, aunque su corazón se apretó. «¿Realmente no va a aceptarlo?». ―Bueno, Anastasia, me gustaría que tomarás la orden para un collar. Puedes hacer cualquier diseño que mejor te parezca ―dijo con suavidad mientras se ponía de pie. Su gran estatura parecía presionarla mientras daba un par de pasos hacia ella. ―Algo cerca de 10 millones, y obtendrás una muy buena comisión de esto. ¿Qué piensas? Anastasia le entrecerró sus ojos. «¿Se cayó de la cama esta mañana y se golpeó la cabeza?». No podía encontrar otro motivo por el cual estaba haciendo una proposición tan extraña de la nada. Él era el presidente de la compañía, y podía tener todas las joyas que quisiera. Sin embargo, decidió gastar 10 millones en lago diseñado por ella. Por otra parte, la comisión que podía obtener de esto sería una grandiosa cifra. Definitivamente, no tenía nada que perder. Sólo le tomó un par de segundo reflexionar sobre esto, y una sonrisa se curvó en sus labios mientras preguntaba:―¿Hablas en serio, presidente Palomares? ―Muy en serio ―respondió, y no parecía que estaba bromeando mientras la mirada de manera constante.―De hecho, puedo pagarte ahora. ―Tómatelo con calma, presidente Palomares. Estoy dispuesta a aceptar la orden siempre y cuando me paguen por ello ―dijo con tranquilidad antes de girarse para salir de la oficina. Elías sonrió. Como se esperaba, la mujer está motivada por el dinero. En ese momento, Anastasia abrió la puerta y se fue. La frustración que había sentido antes desapareció. Ella le divirtió al ver como el sentimiento detrás del gesto de Helen se perdió en los gustos de Elías, quien no sólo no había sido informado sobre el regalo, pero también lo rechazo sin siquiera pensarlo dos veces.
 
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