¿Tuvimos un hijo
Capítulo 14
Aunque la exposición de joyería tomó lugar en una sala privada con fuertes medidas de seguridad, los callejones y las calles que la rodeaban estaban repletos de guardias de seguridad que verificaban con cuidado la identidad de cada invitado al evento. Mientras tanto, Anastasia soltó un suspiro de alivio cuando pasó el control de seguridad con su bolso de perlas. Después de eso, estaba lista para disfrutar del privilegio que debe tener un invitado vip en el evento, ya que una portera la dirigió a la sala de banquetes. Más tarde, Anastasia estaba en un salón grandioso donde podía ver filas de vitrinas, pero debido a que el evento no empezaba aún, los invitados pudieron disfrutar de un buffet antes de tomar sus asientos. Resultó que el asiento de Anastasia estaba en la sexta fila, un sitio que todos deseaban tener; sin embargo, ella no tenía ni remota idea de lo afortunada que la consideraban, ya que ese asiento era de Miguel en un principio. Mientras que los demás invitados llenaban poco a poco los asientos vacíos, Anastasia estaba sentada junto a un hombre de unos treinta años; con su cabello brilloso y su atuendo de marca, parecía que no era un hombre ordinario. En ese momento, él posó la mirada en ella, quien le pareció distinta a los demás, aunque había muchas otras damas hermosas por allí. —Encantado de conocerla, señorita. Mi nombre es Jonás Carmín; esta es mi tarjeta de presentación. Así, él se la dio, la cual decía: «Presidente de Lujoso S. A.». —Hola, soy Anastasia Torres —dijo, introduciéndose con una sonrisa cortés. Por otro lado, hubo dos invitados que llegaron tarde a la sala de exposiciones. Al ver las dos siluetas de un hombre y una dama entrando al lugar, tomados de la mano, Anastasia no pudo evitar preguntarse quiénes se demoraron. Sin embargo, cunado alzó la vista, al instante se quedó pasmada al ver que se trataba de Elías y Helen. «¡Oh, vaya! El mundo en que vivimos es tan pequeño», pensó. Ella se le quedó mirando a Helen, quien iba vestida como un ángel, y apretó los puños a sus costados, muy apenas ocultado su odio por ella. En cambio, Elías llevaba un costoso traje negro y unos delicados pantalones de vestir, los cuales acentuaba su intimidante y poderosa aura. Al mismo tiempo, todas las demás mujeres, quienes tenían la mirada fija en el hombre, se quedaron atónitas al ver al presidente del Corporativo Palomares. Aun así, cuando vieron a la mujer que lo acompañaba, fruncieron el ceño ante su apariencia ordinaria y se preguntaron si ella era su novia. De todas formas, no pudieron evitar encelarse de Helen, deseando estar en su lugar. Aunque Anastasia fingió que no era consciente de su presencia y levantó su copa, sorbiendo el vino rojo que contenía, Helen se percató de que allí estaba Anastasia, sorprendiéndose al instante porque no esperaba verla en un evento de tan alta clase. «¿Quién se cree ella para venir a esta exposición de joyería? ¿Acaso está calificada como para venir?», pensó. Poco después, Elías también se percató de la presencia de Anastasia y, de manera casual, se sentó frente a ella; por lo tanto, a ella no le quedó otra opción más que hacerle frente, aunque no quería. En cuanto levantó la vista, vio unos ojos encantadores a la luz de las velas, justo cuando se le apareció el rostro del hombre de facciones esculpidas y buena apariencia. Gracias a sus naturales cejas gruesas, se hacían más notorios su mirada atractiva y el alto puente nasal, haciéndolo ver muy atractivo. «¡Oh, Dios! ¿Cómo puede alguien como él ser tan apuesto?». Anastasia pestañeó y observó al hombre, quien también la estaba mirando al mismo tiempo al cruzar miradas con el otro por unos segundos. Pronto, sintió una mirada llena de odio antes de darse cuenta de que era la de Helen. —Brindemos, señorita Torres. —Jonás intentó entablar una conversación con ella. Anastasia alzó su copa y brindó por Jonás, sonriéndole, ya que prefería mirarlo a él que a Elías. «¡Mmm! Como Helen es mi enemiga, eso hace que su novio también lo sea». —Señorita Torres, tiene que probar esto. Confíe en mí; le encantará el sabor. —Jonás podía percibir el entusiasmo de Anastasia, teniendo una buena sensación de que podía ganarse su corazón. —Gracias. —Ella tomó el pastelillo que le dio el hombre y le dio un mordisco mientras sonreía con dulzura. Mientras tanto, Helen se aferró al brazo de Elías y, con timidez, apuntó a los postres que estaban lejos de ella. —Elías, quiero ese. El hombre luego estiró su largo brazo y le dio su pastelillo, por lo que ella procedió a probarlo. Al mismo tiempo, miraba de vez en cuando a Anastasia con alegría para presumirle en la cara. En cambio, Anastasia le volteó los ojos a Helen, preguntándose cómo logró ganarse el corazón de Elías mientras se aseguraba de que le cumpliera todo capricho. «¿Qué le sucede a Elías? No puedo creer que trate a esta mujer como si fuera la niña de sus ojos», pensó. —Disculpe, tengo que ir al baño. —Anastasia sintió la necesidad de responder al llamado de la naturaleza al levantarse y revelar su brillante vestido que acentuaba su cintura esbelta, que podría robarle el aliento a cualquier hombre. Por otro lado, Jonás posó la mirada en Anastasia, quien se fue caminando a lo lejos, justo mientras Elías alzó su copa y se percató de la presencia de la dama, pensando: «Oh, vaya, sí que es una sorpresa verla aquí». —Enseguida vuelvo, Elías. Tengo que ir al baño. —Helen se levantó de su asiento también y la siguió. Mientras Anastasia se lavaba las manos a solas en un baño que se veía magnífico, Helen entró, se le acercó. —No me digas que entraste aquí con la ayuda de un hombre con el que estás saliendo —dijo, mirándola por el espejo, desafiándola. —¡Eso no te incumbe! —Anastasia miró con frialdad el reflejo del rostro de la mujer hostil. —Me enteré de que fueron estrictos con la selección de los invitados esta noche. Después de todo, ninguna persona común y corriente tiene la oportunidad de venir aquí; tú eres una de esos, así que ¿qué haces aquí? —No eres mucho mejor que yo, al fin y al cabo —se burló Anastasia. —Soy la novia de Elías y eso me pone por delante de ti —respondió Helen con satisfacción. Anastasia gruñó y añadió: —¿Me creerías si te digo que me puedo convertir en su esposa con una sola palabra? —¿Qué quieres decir con eso? —La expresión de Helen se alteró. «¿Acaso recuerda lo que pasó aquella noche?».
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