Capítulo 506

Desde San Bernat hasta la Capital, el vuelo dura más de dos

de cincuenta minutos.

Después, desde el aeropuerto a casa, el trayecto es

Sofía estaba emocionada durante todo el viaje. Mientras esperaban en el aeropuerto, se divirtió jugando lotería instantánea con Leonardo y Noelia, y al ganar veinte dólares, los niños emocionados llevaron a su mamá y abuela a disfrutar de un helado. En el avión, Sofia comió y bebió algo, descansando en el hombro de Rafael y hasta se quedó dormida un rato. Se bajó del avión bien alimentada y refrescada. Ahora, sentada en uno de los autos que sus abuelos enviaron para recogerlos, empezó a sentirse nerviosa sin razón aparente.

Dos autos llegaron por ellos, Miguel y Rebeca se llevaron a Leonardo y Noelia en uno, mientras que Gerard llevaba a Sofía y Rafael en el otro. Así que, Sofía y Rafael estaban en el asiento trasero, Sofía sosteniendo fuertemente la mano de Rafael, notando un ligero sudor, sintiéndose un poco nerviosa y preocupada. Rafael cubrió la mano de Sofía con la suya, dándole una mirada tranquilizadora, “No te preocupes, estoy aquí“.

el asiento del copiloto, los miró a través del espejo retrovisor y sonriendo preguntó, “¿Qué pasa?

asintió suavemente, “Un

motivo para estarlo, son todos familia. Además, los abuelos estarán encantados de verte, esperaban este momento tanto como papá, mamá y yo, durante más de veinte años. No te preocupes, estarán felices de conocerte. Si no hubiera sido por su salud, ellos también habrían ido a San Bernat contigo. Y si te sientes incómoda después de los saludos, puedes ir a tu habitación. Estoy aquí por ti“, consoló Gerard. “Además, ¿de qué te preocupas? Ya tienes marido e hijos, no tienen

y luego preguntó, “¿Habrá mucha gente alla?”

de responder, “Eh… supongo…

a su hermano, Sofía se sintió menos nerviosa. Ahora iba a conocer a su abuelo y abuela, junto con muchos otros

detuvo. Sofía miró a través

Rafael y Sofía. No vieron ningún edificio, solo un sendero bordeado de árboles frente a ellos. Su auto había llegado primero; el de Miguel y Rebeca

que parecía más un gran jardín, “Hermano, ¿seguro que no nos hemos equivocado?” “¿Estás dudando de la inteligencia de tu hermano? No tengo amnesia como tu esposo, sé cómo llegar a la

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