Capítulo 46 – Gloria, la que empezó la batalla

Jordi miró a Gloria con frialdad y le dijo: – ¿Eres feliz ahora?

–— ¿Feliz?–Gloria se rio entre dientes –. Yo no soy la responsable de esto.

En aquel entonces, cuando era la señora Collins, servía a la familia Collins con todo su corazón, sin hacer nunca nada que pudiera avergonzar a la familia. Mucha gente la había elogiado por ser una esposa tan obediente.

Pero Jordi nunca se preocupó por ella. En cambio, seguía coqueteando con Ángela. Como Gloria estaba a punto de casarse, la gente cotilleaba sobre ella, mientras que Jordi también la culpaba.

La amargura de los ojos de Gloria creció y Jordi se mordió los finos labios con fuerza. Dijo: – Por favor, abandona el banquete ahora. ¡Hemos terminado!

Gloria lo miró con indiferencia: – ¿Irás a divorciarte conmigo mañana?

Jordi se burló de su pregunta y le dijo: – Gloria, no tengas ese capricho. Me divorciaré de ti tarde o temprano de todos modos.

Angela salió. Inmediatamente, vio a los dos de pie cerca de nuevo. Parpadeó por la sorpresa y se acercó a ellos con una sonrisa en la cara: – Jordi, Gloria, ¿Por qué están charlando aquí?

Al ver que Ángela se acercaba a Jordi como si se acercara a su propiedad, parecía estar anunciando su posesión de Jordi. Gloria no tuvo paciencia para quedarse. Salió directamente.

Jordi la miró fijamente a la espalda, – iGloria!

palabra

vacilación y nerviosismo se desvanecieron al instante tras la

divorcio era una obligación para ella.

Nadie podía detenerla.

sus pasos y pronto volvió con

con la soltura que solía tener, Jonathan se sintió bastante sorprendido, alzando

sólo para satisfacerte y no para

no le daría las gracias a Jonathan. Su divorcio sólo beneficiaría a Jonathan en lugar de

que Jonathan utilizaría la mala fama

por este incidente. Para Jordi, la pérdida que supuso este escándalo no

mueca y no

escenario, dos personas habían hecho sus presentaciones para presentar

con

forma consecutiva, por fin le llegó el turno a Gloria. Jonathan se volvió para mirarla, sonriéndole débilmente:

orador estaba a punto de ceder

ojos de Gloria parpadearon. ««Sería la decimotercera oradora, ¿No? Trece, es un mal número, pienso».

los labios y esperó, sin decir nada. Justo cuando el duodécimo orador presentó al siguiente, se sorprendió un poco al anunciar: –A continuación, demos la bienvenida a la compañera del

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