Capítulo 41

Romina se tensó de inmediato al agarrar su bolso con fuerza, ¿cómo demonios sabía esa tipa que ella andaba detrás de Cristián? Si se había cuidado tanto de ocultarlo, hasta Tania estaba en la inopia, ¿cómo se había enterado esa bruta?; pero tragó su sorpresa y puso cara de víctima: “Yaya, hoy te pasaste. Aunque a veces discutíamos, nunca me habías tratado así, ¿cómo puedes pensar eso?“.

Se levantó: “No sé quién te metió esas ideas de que yo quiero algo con el Sr. Fuentes… Pero Yaya, te juro que nunca he pensado eso, siempre te he visto como a una hermana, no puedo creer que pienses eso de mí“, se pellizcó fuerte el muslo, forzando unas lágrimas.

“Hoy estás rara. Mejor me voy y te visito otro día“.

Se giró para irse, pero Soraya la detuvo: “¡Espera!“.

Romina penso que ella se había dado cuenta de que había sido demasiado dura y estaba lista para disculparse. Sus labios se curvaron involuntariamente, siempre terminaban reconciliándose después de pelear, siempre era Soraya quien cedía primero, por lo que estaba convencida de que ella jamás renunciaría a su amistad. Después de todo, en la alta sociedad, nadie más quería juntarse con ella por su reputación; se volteó con una expresión de decepción y tristeza: “Yaya, después de tantos años de amistad. Jamás pensé que dudarías de mí, ¿sabes cuánto me dolió lo que dijiste? Siempre te he considerado una hermana, ¿cómo puedes sospechar de mí así?“.

lo presté el mes pasado, ¿verdad? Y hablando de eso, todos esos accesorios y bolsos de marca que te he prestado a lo largo de los años, valen millones y nunca has devuelto nada. Oh, y el apartamento donde vives también es mío. Cuando vuelvas hoy, asegúrate de revisar lo que te has llevado y devuélvemelo todo mañana, sin faltar nada. Todavía tengo los recibos de compra. Si para mañana por la tarde no

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extremo? ¿Ya

te desmayes“, Soraya la miró con sarcasmo. “¡Si te desmayas, llamaré a Simba para que te despierte!“. Simba era un mastín tibetano que pertenecía

saldría ilesa; bajó la mirada, mordiéndose el labio hasta saborear sangre antes de responder: “Si Yaya ya no quiere

dispuso a irse. Pero Soraya añadió: “Ese lápiz labial también es mío, ¿no? Recuerdo haber pagado más de mil por

por una tormenta de emociones. Esa desgraciada, estaba atreviéndose a humillarla así. Lanzó el lápiz labial al bolso, las lágrimas brotaron de sus ojos: “Te los devolveré, mañana te devolveré todo“, y dicho

sirvientes quedaron boquiabiertos,

señora los había dejado atónitos. Antes, cuando venía esa supuesta amiga inocente, ella siempre la

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