Capítulo 64

Soraya se envolvió en una toalla rápidamente y después de liberar a Cristián, corrió hacia el vestidor.

‘Ay, hoy me pasé de la raya. Mi esposo está que arde, más caliente que un día de verano. Jajaja, menos mal que ya no puede mover las piernas, si no, ese espíritu malo seguro que se lo lleva por delante. La energía de este hombre es demasiado, con solo él ya tengo para dos‘.

Cristián, quien había llegado hasta la puerta del baño en su silla de ruedas, se detuvo un momento; miró sus piernas sin fuerza. Pensándolo bien, ¿haber perdido el uso de sus piernas le había salvado la vida?

Después de ponerse el pijama y secarse el cabello, Soraya salió y encontró al hombre todavía en el baño, el sonido del agua corriendo la hizo sentir un poco culpable. Realmente había sido demasiado atrevida ese día.

Cristián, aunque siempre fuera de pocas palabras y cara de pocos amigos, en el fondo no era mala persona. Al fin y al cabo, siempre se enojaba por su culpa. Ay, pero tenía que hacer todo eso por su propia supervivencia, provocarlo era la manera más rápida de hacer que se enamorara de ella.

Le llevó un pijama a Cristián y tocó la puerta del baño: “Amor, te dejé el pijama y la ropa interior en la manija de la puerta“.

a ella no le importó y se lanzó sobre la cama. Puso la alarma en su celular, cerró los ojos y se

abrió la puerta; vio el pijama y la ropa interior colgados de la manija; se apuró y tomó la ropa. Era la primera vez desde que se habían casado que Soraya le llevaba la ropa. Antes, ella no podía

y salir del

roncando sin preocupaciones,

como si nada; resistiendo el impulso de despertarla, se acercó a la cama

a dormir bajo el mismo techo. Por lo que en ese momento, compartir la misma cama le parecía un sueño; miró de reojo a la mujer que

de Soraya vibró. Ella abrió los ojos de golpe, miró al hombre que dormía a su lado, y se levantó con cuidado; se cambió rápidamente a ropa

a los guardaespaldas escondidos en la casa: [La señora ha salido,

la familia de Isidoro,

del dueño original del cuerpo hasta la puerta del dormitorio de Isidoro, abrió la cerradura con un alambre y entró sin hacer ruido; miró la hora y aún faltaban

y su esposa, con los ojos cerrados y conteniendo la respiración, estaban tensos. Pensaron que era el espíritu malo y no se atrevieron a

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