Capitulo 220

La noche habla caldo.

Capítulo 220

Toda la ciudad de la capital parecia estar cubierta por un inmenso manto negro. En la oscuridad, solo titilaban algunas luces, como estrellas que hubieran caldo al suelo. Las farolas de las calles y callejones emitian una luz suave, iluminando el camino de los transeuntes. A lo lejos, los rascacielos brillaban como joyas resplandecientes incrustadas en el clelo nocturno. Los vehiculos, con sus luces intermitentes, formaban corrientes luminosas en las calles abarrotadas. Los peatones caminaban apresuradamente, sus siluetas apareciendo y desapareciendo bajo las luces. En esta silenciosa noche, una tormenta sangrienta estaba a punto de desatarse.

Los Ocaña.

La madre de Octavia habla organizado esa noche una reunión con un grupo de damas adineradas en su casa, disponiendo dos mesas de juego. Estas damas eran las madres de un grupo de chicas problemáticas. Normalmente, sus actividades consistian en comer, beber y disfrutar. En cuanto a sus hijos, los dejaban a su aire, siempre y cuando regresaran a casa sin heridas, podían hacer lo que quisieran. Después de todo, había dinero en casa, y cualquier problema se solucionaba gastando un poco.

con un maquillaje impecable, aunque su rostro mostraba una expresión de aguda y despiadada. Fumaba

esta noche está usted muy generosa, me ha dejado ganar varias veces seguidas.” Higinia, sosteniendo el

misión. Yo me encargo de que ustedes se relajen, Si todo sale bien esta noche, mañana alquilaré el crucero más lujoso de la capital y las invitaré a pasar una semana en el mar,

Un grupo de policias, con ordenes de arresto en mano, irrumpió en la casa

palideció, pero se mantuvo desafiante. “¿Qué significa esto, oficial?”

dijo: “Hemos recibido una denuncia con pruebas contundentes. Los Ocaña están siendo

atónita, aunque intentó mantener la compostura. “Esto es una calumnia! ¿Quién nos ha denunciado?” gritó indignada. “Nosotros, los Ocaña, hacemos negocios legitimnos. ¡Nunca hemos hecho nada de lo

a los Ocaña no les beneficiaba en absoluto. Sus maridos trabajaban para el suyo, y si los Ocaña

quién denunció. Actuamos basándonos en pruebas. Todo se aclarará en la

esa orden, los policías comenzaron a esposar a los presentés. La mansión Ocaña se convirtió en un pandemonio de gritos, rabia y maldiciones.

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