Capítulo 23

En la mañana, Clara despertó.

Había una pequeña caja de terciopelo cuadrada en su almohada, se quedó sorprendida por un momento, abrió la caja para ver. Era un modelo clásico de joyas Tiffany, con un diamante que parecía de un buen tamaño.

Clara adivinó quién debía haberla enviado y le pareció muy irónico.

¡Raúl la empujó hasta el borde, y la había puesto en peligro! ¡Aún se atrevía a enviarle un anillo de diamantes!

Justo cuando pensaba en pedirle a una enfermera que devolviera el anillo, alguien abrió la puerta. Raúl entró, vio a Clara mirando el anillo y preguntó con voz suave: “¿Despertaste? ¿Te gusta?“.

Clara cerró la caja y sonrió levemente: “Me gusta. ¿Verdad? ¡A qué mujer no fe gustan los diamantes! Pero debes entender que no quiero nada tuyo“.

Clara pensó que, al verlo de nuevo, se sentiría repulsiva y enojada, pero sorprendentemente, su actitud era muy tranquila, como si estuviera tratando con un extraño. Quizás, después de perder toda esperanza, ya no había amor.

Raúl bajó la cabeza y dijo suavemente: “Clara, esto es solo una compensación para ti, no tengo otras intenciones“.

hecho? Si realmente te sientes mal por mi, ¡por favor

pudo responder. Con las manos en los bolsillos, se quedó erguido: “Hablaremos cuando lo

no pudo contenerse más, lanzó con fuerza el anillo de diamantes hacia él: ¡Raúl,

no le importó; se agachó para recoger la pequeña caja y la metió en su bolsillo,

“Clara, esto fue solo

ojos y lo apartó de su vista, el quería decir algo más, pero justo entonces,

elegante ese día, con un traje clásico blanco y negro, su

no notarlo, asintió levemente a Raúl, se acercó a la cama de

tu tratamiento médico cuesta en total 2260 dólares ¿Puedes hacerme una

tenía su teléfono en la mano. Se apoyó en su cama, añadiéndola a

que ni

rostro se ponía caliente

460 dólares, pero

cintura, haciéndola parecer suave y dócil, puso su

la miró, luego se volvió hacia Raúl, sonrió y dijo con sutileza: “Raúl, ¿podrías darnos un poco de espacio? Se sentiría más cómoda si tú

de Raúl, él solo pudo apretar la caja de terciopelo, sus nudillos se volvieron blancos por la fuerza con la que apretaba, forzó una sonrisa y dijo: “Está bien, no los interrumpiré

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