Capítulo 312

Justo cuando estaba a punto de clavarme un pedazo de vidrio en el cuello, la mano de Kent se levantó de golpe, agarrando el cristal sangriento en mi mano.

“Locos, ambos son unos locos…” Yuria retrocedió horrorizada, sus piernas se doblaron y cayó al suelo, desmayándose.

Tenía sangre en la frente.

Fue entonces cuando me di cuenta de que había sido su cabello lo que había agarrado para romper el vidrio con su cabeza.

“¡Señorita Blanco!” exclamó el mayordomo.

Renán tampoco se detuvo a pensar y corrió a ver cómo estaba Yuria.

A mí no me importaba si Yuria vivía o moría, mis manos temblaban mientras sostenía la

cara de Kent, mi frente contra la suya, y le susurré. “Kent, vámonos a casa…”

Quique me miró con incredulidad, sus ojos fríos clavados en Kent y en mí.

Luego, se echó a reír locamente.

Afuera del patio, un auto se detuvo a toda velocidad y los que llegaron fueron Luca, Helda, y Elías.

Elías, viendo a Kent y a mí con las manos llenas de sangre, sacó unos documentos con furia. “Pizarro ya retiró la denúncia, la agresión de Kent fue tras ser provocado. ¡No creemos que Kent no tenga control de sus propios actos! ¡Él sigue siendo una persona con derechos, y será su tutor quien decida su futuro!”

Me alivié, al fin habían llegado…

bajé las escaleras, ya le había enviado un

esperaba que Elías viniera a

acercó angustiada, viendo mis manos ensangrentadas.

negué

fin… habíamos ganado una

nuestros refuerzos. Quique me

Elías, acercándose a Kent y después de examinarlo

algún tipo de droga,”

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puñetazo a Quique “El que necesita tratamiento psiquiátrico eres tú, ¿quién te dio

labio, sonriendo con desden. “Si cree que nuestro

la comisión de salud o cualquier otra autoridad.

apretó los dientes. “Descuida, te denunciaré.”

con confianza y

que todas sus acciones

vamos a casa…” dije, tomando la

con una mirada vacia, como una marioneta obediente.

hospital, pero gritó mi nombre con ansiedad, no

no será tan simple como un golpe en

coche.

droga hace que la gente sea muy obediente, que hacen lo que sea que les pidas,” comentó Elías entrando al coche, interesado en Kent. “Osvaldo, hasta tú tienes tus días,

antes, pero él se

cara.

y encima guapo. Déjame tocarte un poco,” murmuró Elías. “Después de esto, no habrá otra oportunidad.”

pronto Elías desde el coche, Kent lo había mordido fuerte en la mano, como si estuviera furioso y no

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