Capítulo 327

*Tü… me lo diste.” Kent tocó con sus dedos la esquina inferior derecha del ejemplar, donde había una firma negra con la inicial N, la de Nayra.

Quedé petrificada mirándolo, conteniendo la respiración. “¿Es mía? ¿Te lo envié?”

¿Todos los ejemplares?

*Decías que la belleza de una estrella fugaz está en su efímero brillo. Que la flor de la cereza solo necesita aparecer para deslumbrar a todos…” Kent se volvió hacia mí, su voz rasposa como siempre.

Pero parecía hablar de una soledad y una culpa sin fin. “La vida es breve, y para preservar su esencia para siempre, solo queda esta forma…”

Miré en un estado de shock las paredes llenas de mariposas disecadas, y por un momento, todas parecieron cobrar vida, aleteando y volando…

“No puedo creer que… me gusten estas cosas…” dije sorprendida.

Kent tomó mi mano y me llevó a una habitación en el sótano.

La puerta tenía un código, parecía tan segura como la bóveda de un banco.

Al abrirse, seguí a Kent hacia adentro.

Cuando se encendió la luz, quedé tan sorprendida que senti un hormigueo por todo el

cuerpo.

estaba abriéndome su

dispuesto a confiar plenamente

sus secretos, sus

una pared del sótano estaba cubierta con investigaciones sobre Quique, sobre mi, mis padres, la gente del

también… sobre esta serie de asesinatos.

vigilando a todos, como si fuera la mano de

a Kent con una mezcla de ansiedad

ser realmente el asesino,

pared de fotos, señalando la parte inferior izquierda. “Este no es el primer caso de asesinato en serie. Hace

psiquiatras habían muerto: caídas accidentales, ahogamientos, incendios… sus muertes parecían desconectadas,

E

de esos accidentes es el mismo asesino en serie?”

“Hay un patrón:

el funcionamiento ilegal del hospital psiquiátrico. “Este hombre llamado Jaime era uno de los pocos médicos del hospital psiquiátrico que tenía conciencia. Fue él quien

Renán había llevado para

giran en torno a

fallecidos eran aquellos que habían

pero el verdadero asesino pasa desapercibido.” Kent continuó

tenías estas pruebas… ¿por qué no llamar

los ojos llorosos, con un nudo en la garganta, como si le costaral

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