Capítulo 113

Al día siguiente, cuando el empleado me detuvo en la puerta de la mansión, impidiéndome salir, lo entendí todo. La noche anterior, en realidad, solo había sido un aviso. Sabia que era idea de Isaac, no tenía nada que ver con los empleados, así que solo pude preguntar con paciencia: “¿Dónde está Isaac?” “El señor salió antes de que amaneciera. “Respondió un empleado.

“¿Mario ha vuelto?” Continué preguntando.

Este respondió: “Aún no, Mario está ocupándose de los asuntos posteriores al fallecimiento del señor Ricardo.”

Hable con indiferencia: “Entonces, ¿y si digo que tengo que salir ahora?”

“Señora, no puede salir.” Respondió el empleado señalando hacia los guardaespaldas vestidos de que estaban afuera, a través de la ventana de vidrio del suelo al techo.

negro

Quedé estupefacta. Esos tres años, la hipocresía de Isaac realmente no había cambiado en lo más minimo. A pesar de decirme que solo tenía que quedarme alli por una noche, en ese momento ni siquiera me permitía salir por la puerta. Hubo un momento en el que incluso me pregunté si él realmente era el mismo joven que, con buenas intenciones, me había llevado al hospital universitario, cuidando de mi orgullo y esforzándose por invitarme a comer. ¿Ocho años fueron suficientes para cambiar tanto a una persona?

Por la mañana, mi teléfono recibió muchos mensajes de WhatsApp, casi todos eran de personas que se enteraron del fallecimiento de mi abuelo y querían consolarme. Leticia y David, los dos mostraron el mayor contraste. Leticia envió muchos mensajes, mientras que David solo envió uno simple: “Cloé, mis condolencias, cuida de tu salud.”

en cuanto al cuidado, por un momento no pude distinguir cuál era más profundo. Aparte de Leticia, solo David me dijo que cuidara de mi salud, muchas otras personas querían aprovechar la situación para acercarse a la familia Montes. Solo respondi a sus dos mensajes y luego llamé a Isaac.

“Señora, ha surgido un problema en una de nuestras sucursales en el extranjero,

Asenti cerrando los

muerte de Ricardo, era inevitable que hubiera turbulencias en el grupo

ocupado como

número: “Hola, ¿es la Primera Comisaría? Estoy

tiempo. Bajo del auto con el rostro sombrío y en pocas palabras se deshizo de la policia. Luego, se acercó a mi con pasos amplios, sus ojos, rojos por la falta de sueño, emanaban una sensación

dudé en asentir:

cualquier momento. Tampoco podía aceptar que mi esposo estuviera disponible para otra

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Capitulo 113

una sonrisa burlona:

tiene algún sentido?” Le pregunté. Solo senti un cansancio abrumador:

y ferocidad: “¡Mientras la señora de la familia Montes seas tú, el abuelo

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