Diario de una Esposa Traicionada

Capítulo 172

“¿De verdad?” Él dudaba.

Me enfureci y le dije: “¡De verdad, apúrate!”

Gonzalo estaba encantado, y se apresuró torpemente a desatarme las cuerdas. Sin embargo, justo cuando recuperé mi libertad, alguien detrás de mi agarró bruscamente mi brazo, y antes de que pudiera resistirme, algo frio se presionó contra mi sien. La experiencia de haber visto numerosas películas de policías y ladrones me indicó que era el cañón de una pistola. Mi cuerpo se tensó completamente, no me atrevi a moverme, permitiendo que me levantara.

“¡Presidente Montes! Si vuelve a actuar, me veré obligado a disparar a la señora Montes.”

Tan pronto como la persona detrás de mi habló, supe que era el hombre de voz ronca. En ese momento, muchos de sus hombres ya estaban caidos, claramente Isaac y su grupo tenían la ventaja.

Isaac detuvo sus movimientos y sonrió fríamente diciendole: “No deberías ser tan tonto, si ella pierde hasta un solo cabello, ninguno de ustedes saldrá de este lugar.”

El hombre de voz ronca se debilitó por un momento, pero luego se endureció mientras decía: “Pero, por cómo veo al presidente Montes ahora, no parece que tenga intenciones de dejarnos ir.”

a secuestrar a mi esposa, si no les muestro cuál es su

desordenada por la pelea, caminando hacia nosotros. Había una sensación de calma estratégica en sus movimientos. A medida que se acercaba paso

temblar y las lágrimas corrían incontrolables. Las pistolas, a diferencia de otras armas, podían quitarle la vida a cualquiera con un simple desliz. En ese momento, ni siquiera las personas

un metro de distancia de nosotros y extendió su mano diciéndole: “Suelta a mi esposa, y yo

“¿En serio?”

de voz ronca preguntó al mismo tiempo, dándole una mirada a Alex, quien ya

la entrada, parecía ser gente del lado de Alex, lo que le dio confianza de

hablar cuando Isaac, aprovechando un momento de distracción del de voz ronca, rápidamente agarró la mano con la que sostenía la pistola y con la otra mano

el dolor que esperaba nunca llegó. Después de un mareo,

con todas mis fuerzas, extendiendo la mano desesperadamente tocando su espalda, en el omóplato, sentí

rápidamente corrió hacia nosotros, y

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Capitulo 172