Capítulo 173

“El terreno al oeste de la ciudad, me lo vas a dar.”

El calvo lo dijo con una calma impresionante: “Atreverse a molestar a la señora Montes fue una imprudencia de su parte. Lo demás, ya me he encargado por el presidente Montes, asegurándome de que quede satisfecho.”

Isaac esbozó una sonrisa fría, diciendo con voz severa: “Trato hecho.”

“Presidente Montes, presidente Montes…”

Fue entonces cuando Alejandro se dio cuenta, que la gente que había llegado no estaba alli para ayudarlo, sino que estaba aprovechando la situación para obtener favores de Isaac.

Corrió hacia afuera en pánico, abrazando las piernas de Isaac y suplicando: “¡Presidente Montes, tenga. piedad, por favor déjeme ir!”

“César.” Isaac habló con voz fría.

César patéó a Alejandro alejándolo y diciéndole: “Debiste haber pensado bien antes de meterte con nuestra señora, ahora es demasiado tarde para suplicar.”

Sin rendirse, gateó hacia mi, abrazando mis pies y rogandome: “Señora Montes, señora Montes, ¡fui un ciego y un idiota! ¿Podría perdonarme?”

Mis manos no dejaban de presionar la herida de Isaac, recordando que fue él quien disparó, mi furia creció aún más y le dije: “¡Lárgate!”

En el siguiente segundo, César lo pateó alejándolo y nos protegió mientras subíamos al auto. César condujo nuestro auto, mientras los hombres de Isaac seguían en otros vehículos. Unas decenas de autos aceleraron juntos por la carretera.

Isaac me miró desde abajo preguntándome: “¿No tienes miedo?”

tengo

en aquel momento más que nunca, sin atreverme a soltar su herida ni un momento mientras le

herida menor, ¿por

herida menor, acaso tienes que estar muriéndote

continuaba fluyendo

limpiar delicadamente la suciedad de mi rostro diciendo: “Si estabas tan decidida a divorciarte, ¿por qué este pánico ahora?”

¡Estás loco!”

pero nunca quise que le pasara nada. Mucho menos,

toma una bala por ti, el loco que, al oír que te habían secuestrado, no pensó en nada más que en

que me habían

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de eso, comencé a preguntar con algo de confusión.

mostrando un poco de pereza y cansancio: “Mario, él

oír eso, de repente pensé en algo y pregunté con duda:

con prisa, lo olvidé

en la

“¿Cómo lo sabes?”

y le expliqué: “Me obligaron a llamarte,

“Espero que no haya

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