Capítulo 193

Había que decirlo, el poder era realmente algo maravilloso. Con solo unas palabras suyas, supe de inmediato que realmente no podia escapar. Con una simple orden suya, habría guardaespaldas frente a mí, formando un muro humano, impidiéndome avanzar.

Apreté mis labios y decidi dar la vuelta, pasando por su lado con la cara fría, dirigiéndome directamente a mi habitación. Cerré la puerta detrás de mi con llave ¿Así que me encerrarían alli? Bueno, que lo hicieran, de todos modos, en aquel momento era solo una persona ociosa. La mansión no carecía de comida ni de bebida, y habia quien me atendiera; en el peor de los casos, esperaría hasta el periodo de reflexión del divorcio para ser libre.

Nuestra habitación todavía se mantenia igual, los sirvientes sabian que a Isaac no le gustaba que otros tocaran sus cosas, asi que cuando limpiaban, solo barrían y quitaban el polvo. No movian nada.

Mis pantuflas, productos de cuidado de la piel, libros de cabecera, bandas para el cabello y demás articulos personales, seguían exactamente en su lugar.

Pero, en el lado de la cama que pertenecía a Isaac, había señales de que alguien había dormido en ella. Me sorprendió un poco que él todavía viviera en esa habitación y no hubiera borrado los rastros de mi vida allí.

Acababa de salir de bañarme cuando alguien tocó la puerta, ni siquiera me movi, ya que no queria responder.

Poco después, escuché la voz de Mario desde afuera: “Señorita”.

Entonces me levanté para abrir la puerta: “¿Qué pasa?”

Quizás porque Mario me tomó por sorpresa al traicionarnos, mi tono con él no era muy amable.

se quitó está toda manchada de sangre, acabo de ver y su herida aún sangra. No quiere que llame a un médico.

Andrea lo convenza.”

ser más dura y dije: “O quizás Victoria, a él siempre le gusta escuchar

en su corazón, tanto el señor Ricardo

sinceramente: “Solo que tú

atravesó mi corazón. ¿El me tenía en su

repentinamente y tras la partida de Ricardo había envejecido mucho, con más cabello blanco, y finalmente cedi diciéndole: “Está

al anciano, sin esposa ni hijos, solo preocupándose por

ido, Isaac solo podía contar con Mario para la mitad de sus problemas, el resto dependía de él para manejar el conglomerado. Todo lo demás recaía en

la puerta y solo escuché un tranquilo y

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de su rostro suave y definido, concentrado en su tarea.

sin levantar la cabeza dijo: “Mario, ya te lo dije,

fue

compartir sus preocupaciones, hablé con voz suave: “Dijo que

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