Diario de una Esposa Traicionada

Capítulo 219

a

¿Rogarle Debía haberse chocado la cabeza con una cactácea!

Solté su mano, sin importarme si Isaac y David podrían vernos y decidida a enfrentar las consecuencias, me giré para salir.

De repente, todo se oscureció ante mis ojos, una larga gabardina de hombre me cubrió de cabeza a pies, y con una habilidad sorprendente, me arrastró de vuelta, me apoyó contra la barandilla, fuera de la vista de esos dos. Lo que envolvía mi nariz era un aroma fresco a menta. Eso era muy al estilo de Camilo.

Parecia que Isaac habia pausado por un momento y entonces la voz temeraria de Camilo resonó: “¿Al presidente Montes le interesan los asuntos privados de los enamorados?”

Isaac parecía evaluarnos y su voz era profunda: “Las zapatillas de tu novia, mi esposa parece tener unas iguales.”

Mi corazón se sobresaltó. Eran una edición limitada de una marca, en Puerto Nuevo apenas había unos pocos pares, contables con los dedos de una mano.

Aunque no habia escuchado ningún secreto y me podja ir tranquilamente, en aquel momento, con lo que había hecho Camilo, sentía como si estuviera haciendo algo malo. No me atrevia a moverme.

“¿Parece?”

Camilo sonrió como pidiendo una paliza: “Parece que al presidente Montes no le importa mucho su actual esposa, ni siquiera está seguro de sus pertenencias personales. Mejor divorciarse pronto y hacer realidad el deseo de Abril.”

se enfrió, con un leve tono amenazante: “Te preocupas tanto por Abril, ¿por

esa

tono ambiguo: “Yo, con mi novia tengo suficiente.”

la cabeza a través de

Él se pasó.

levanté la pierna, ¡y lo pisé fuerte!

que ustedes también tienen sus altibajos en su relación, como todas las

enfadada. A fin de cuentas, no estamos tan mal como esas

divorciarse.”

Isaac bien parado. Se notaba claramente que

violentamente y simplemente dijo con frialdad: “Si señor Galindo pudiera cuidar mejor a tu

David, después de unos segundos más, también se alejó. Hasta que sus

le pasar

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Capitulo 219

de él en un lugar oculto detrás de mi, dando la impresión de que me estaba abrazando, y la otra mano apoyada a mi

a decir. “Oye, yo creo que Isaac, ese hombre, no es

dudar si lo que habia en internet