Capítulo 461

Él, con la voz ronca, dijo: “A casa.”

El conductor, complaciente, se dirigió hacia la mansión.

Luego, escuchó desde atrás tres palabras: “A Bahía de la Luna.”

El conductor vaciló un momento, Mirando a través del retrovisor, observó la expresión de Isaac y, en la intersección, giró el carro. La lluvia seguía

cayendo, golpeando erro pero Isaac sentía como si aún fuera él quien la recibiera. Poco a poco, apagaba sú orgullo innato y su distinción. El

carro se detuvo dentro de la villa de Bahía de la Luna, y sin esperar a que el conductor abriera el paraguas, Isaac salió del carro con paso firme bajo la lluvia. Al entrar de nuevo en esa villa, entrando en la habitación matrimonial que compartía con Cloé sintió una especie de desconcierto, como si fuera el día anterior cuando, después de socializar y beber, Cloé salía al escucharlo, apoyándolo hacia el sofá y con cuidado, le preparaba una sopa para aliviar la resaca.

“Señor, ¿no regresa a la mansión esta noche?”

movimiento, salió del dormitorio y con

el brillo susurrando un:

a darse una ducha caliente, ¡refriarse en verano es lo peor!”

Montes, frente a Isaac, era una sirvienta

Sonia seguía allí. Guardando las huellas de tres años de matrimonio que dejaron atrás. Cloé no quería enfrentarlo. Y él, lleno de culpa y renuencia,

la mesa y diciendo: “Saliste de nuevo esta noche, ¿verdad? Esto lo aprendí de la señora, ajustó la receta

poder encontrar su voz mientras decía: “…Está

“Señor…”

tan desanimado, no pudo evitar preguntar:

fue. La señora se fue. Al lado de Isaac… ya no quedaba nadie que

sonrió y le preguntó: “Sonia, ¿fui muy

quedó atónita, luego negó con la cabeza suavemente preguntando: “¿Cómo podría ser?

brindaba dignidad. En privado, le

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