Capítulo 533

Carla se quedó pasmada por un momento. ¡Esto realmente no estaba en sus planes!

tsanc sonrió, esos profundos y oscuros ojos suyos ni siquiera mostraban un ápice de juicio, mirándola de una forma tan tranquila y profunda que Carla bajo la cabeza incómoda, evitando su mirada.

¡Este hombre era aterrador! Frente a alguien como él, que conocía tan profundamente la naturaleza humana, intentar jugar juegos de seducción era un error fatal…

Isaac, con toda la calma del mundo, aplastó su cigarrillo, su voz rasposa y su aura imponente, “¿Qué crees, que te llame hoy aqui, por qué?”

El corazón de Carla latía fuerte, no por otra razón sino por miedo, por nerviosismo.

Isaac, desde su posición dominante, la miraba fijamente, descifrando cada uno de sus pensamientos, *Al ver a Cloé, pensaste que podrías ser un reemplazo?”

Ella apretó aún más el dobladillo de su vestido, tratando de controlar el temblor de su cuerpo, pero el miedo era inútil, se obligó a sí misma a levantar la vista hacia Isaac, “Entonces, presidente Montes, ¿puedo?”

Isaac soltó una risa fría, sin dar una respuesta directa, solo dijo, “Estaciónate.”

César, percibiendo la ira apenas contenida en la voz de su jefe, frenó de golpe y se estacionó al lado de la carretera.

Isaac se inclinó hacia Carla. Ella, con los ojos temblorosos pensando que tenía una oportunidad, pero la gran mano de Isaac pasó por encima de ella, abriendo la puerta de su lado.

se replegó, su voz fría e indiscutible, “¡Baja del auto!”

“Yo…”

en la autopista y un grave atasco, César tomó una ruta nacional, y ahora

y se acercó a

sentimiento de humillación casi devoraba a Carla.

auto, sosteniéndose en su último aliento de lucidez, dijo: “Este, este vestido es de señorita Coral, ¿verdad? Lo

muchos de esos vestidos, no querrá uno que alguien más haya

quería

esos vestidos que dejó atrás?

cómo el Maybach se alejaba en la oscuridad, Carla perdió todo color en su rostro, sus ojos llenos de resentimiento.

nunca te acercas, nunca anhelarás.

que crees que es posible, el

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la cena termino, me relaje y cojeé

echó un vistazo hacia abajo, “¿Los zapatos te rozaron?”

que me

combinar con el vestido, me puse unos nuevos, era inevitable

Camilo se inclinó y me levantó en brazos, fingiendo estar serio, “¿Por qué

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