Domesticame! Mi pequeña y gran Elia

Capítulo 1092

Asier miraba a Elia con ojos profundos y sombríos, en los que se agitaba un brillo húmedo.

Su voz, ronca como el murmullo de un arroyo, rozaba suavemente sus labios, como el juego previo de una bestia antes de cazar. Era una situación sensual, peligrosa y letal.

“¿Qué estás pensando? ¿He dicho yo que iba a hacer algo?” dijo Asier, su presencia masculina envolvía los labios de Elia, haciendo que su cuerpo temblara ligeramente.

Ella se aferró a la ropa que cubría su pecho y dijo: “Entonces, ¿acaso no te estás buscando un sufrimiento innecesario?”

Prender la llama y no poder hacer nada, ¿acaso no seria él mismo quien sufriría?

Si se quedaban a medias, usualmente son los hombres quienes se sienten más frustrados.

“Es mi deseo.” Asier dijo y mordisqueó su caliente labio inferior, respirando pesadamente.

Elia se estremeció con su provocación, y una sensación de hormigueo se esparcia incontrolablemente por su cuerpo, extendiéndose a cada una de sus extremidades, haciendo que su respiración se entrecortara.

“Si no vuelves ahora, los niños empezarán a llorar otra vez. Si llevaste a los niños lejos de mi lado solo para hacerlos infelices, entonces devuélvemelos, dijo Elia con una voz temblorosa, sin darse cuenta de lo tierna que sonaba.g2

la suavidad de su labio con un mordisco.

y se encogió, lanzándole

y ronca, Asier pregunto: “¿Qué clase

oscura y grave, cargada de castigo, la atravesaba

brillantes y llenos de descontento, lo enfrentó y dijo: “¿Cuándo he perversas?”

última sílaba y dijo. “Devolverte a los niños

pensando e

su mirada firme vaciló por

sea.” Dijo Asier levantando su barbilla

de tema. Te estoy diciendo que regreses Como madre, solo una hospitalizacio impide volver con ellos. Tú, como padre, deberías estar en casa, ellos se sentirán inseguros,” pensando en sus

a su preocupación y dijo. “Tranquila,

se sorprendió y preguntó. “¿Se han dormido?”

“Si.”

sobre sus labios enrojecidos, sus ojos estaban claros y su rostro estaba pálido mientras su nuez

tan tentadora que Asier apenas podía resistirse a devorarla en ese mismo instante y hacerla gemir

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queria hacer