Capítulo 1456
Elia colgó el teléfono y miró con preocupación a Jimena, quien yacía en la cama del hospital.
Ella misma era madre y entendia la angustia que siente una madre por sus hijos. Seguramente, lo que más deseaba Jimena era escuchar las voces de sus pequeños.
Quizás, si oia a sus hijos llamarla “mami”, podría despertar antes.
Elia y Floria velaban junto a la cama de Jimena, cuando se escucharon dos vocecitas dulces y melosas en la
puerta.
“Enfermera, estamos buscando a mami. Mami tuvo un accidente y está herida. Estoy muy triste, quiero ver a mi mami.” dijo la pequeña Adora con una voz tierna y temblorosa que conmovía el corazón.
“Si, enfermera, mami nos ama mucho y nosotros también la amamos. Mami está herida y le duele mucho. Quiero soplarle para que se sienta mejor,” añadió el pequeño Fred, mostrando una empatía impresionante para su corta edad.

La enfermera, conmovida hasta el fondo de su corazón, suavizó su voz al responder: “Pequeños, ¿cómo se llama su mamá? Si me dicen su nombre, puedo saber en qué habitación está.”
“Muchas gracias, su mamá se llama Jimena,” dijo Lola, quien había olvidado el número exacto de la habitación en su prisa por llegar.
“Ah, Jimena está en aquella habitación,” señaló la enfermera a una puerta cercana.g2
“Gracias, muchísimas gracias,” agradeció Lola, llevando a Fred y Adora rápidamente hacia la habitación.
En ese momento, Elia salió al escuchar los pasos y se encontró en la puerta con Lola, que traía de la mano a dos pequeños rubios.
“Lola, pasa,” dijo Elia.
“¡Elia!”
Los niños, al verla, sus ojos inocentes se iluminaron y soltaron la mano de Lola para correr hacia Elia con sus pequeñas piernitas.
Elia se agachó rápidamente y abrazó a los pequeños, hablándoles con voz dulce: “Fred, Adora, qué alegría verlos. Pero necesito que hagamos un trato. Vamos a hablar bajito y cuando veamos a mami, solo la podemos mirar, pero no tocar.”
“¿Por qué? Quiero abrazar a mami,” preguntó Adora con la cabeza inclinada y sus mejillas regordetas, viéndose inocente y adorable, con unos ojos grandes y brillantes llenos de anhelo por su madre.
“Yo quiero soplarle a mami para que no le duela,” dijo Fred, frunciendo el ceño con preocupación infantil.
Elia explicó: “Porque mami está muy herida y si hacemos mucho ruido o la tocamos sin querer, podría empeorar y estar en peligro. Así que podemos mirar, pero no tocar, ¿de acuerdo?”
Elia quería que los niños vieran a Jimena para que se tranquilizaran, para que supieran que su madre no podía volver a casa con ellos, no porque no quisiera, sino porque no podía.
Pero lo más importante era asegurarse de que Jimena estuviera segura.
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