Capítulo 408

Violeta apenas había tenido tiempo de reaccionar cuando, de repente, alguien la empujó con fuerza hacia el asiento del auto y, tras cerrar la puerta de un golpe, el vehículo arrancó a toda velocidad.

Ya habia vivido una situación parecida antes. Aquella vez, cuando conoció a Catalina por primera vez, ella también había enviado a dos tipos robustos vestidos de traje negro para que la llevaran. Ese recuerdo todavía estaba fresco en su memoria.

Sin embargo, sabía que esta vez era diferente. Aunque los hombres de Catalina la habían llevado a la luz del día y de manera brusca, habían sido cuidadosos y no le habían hecho daño. Pero el hombre que en ese momento la sujetaba dentro del auto vestía de negro y tenía una mirada feroz.

Violeta luchaba con todas sus fuerzas, consiguiendo que el pañuelo que le cubría la boca cayera al suelo.

Intentó lanzarse hacia la puerta para abrirla, pero el conductor ya había puesto los seguros, y por más que intentó, no pudo abrirlos.

Golpeaba desesperadamente la ventana, tratando de llamar la atención de los transeuntes y los otros vehículos, pero pronto se dio cuenta de su error. Las ventanas estaban cubiertas con un papel tan grueso que, aunque ella podía ver hacia afuera, desde dentro nadie podía verla…

El hombre de rostro feroz no le daría más oportunidades y, extendiendo su brazo, la atrajo de nuevo hacia él.

“¡Suéltame, qué haces!”, gritó ella.

“¿Quien eres, qué es lo que quieres? ¿No saben que esto es ilegal…?” Continuó gritando.

No logró terminar su frase cuando recibió una bofetada tan fuerte que la dejó con las orejas zumbando.

El hombre recogió el pañuelo que había caído a sus pies y se lo puso nuevamente en la boca. Mientras Violeta emitía sonidos ahogados, el conductor, evidentemente irritado, se giró y maldijo: “¡Tápale bien la boca! ¡Y ponle la venda en los ojos!”

Casi al instante, el hombre agarró un trapo que estaba tirado en la parte trasera, lo enrolló groseramente y lo metió en la boca de Violeta, luego le colocó una venda en los ojos.

Presionada contra el asiento trasero, Violeta no podía moverse.

Todo a su alrededor era oscuridad, no podía ver nada, solo sentir el movimiento constante del auto y su pánico crecía sin control. Esa vez estaba segura: había sido secuestrada….

le sucedería a ella. Sentia frío hasta en

cuánto tiempo había pasado, una

sus extremidades estaban entumecidas por haber estado en la

varios minutos de oscuridad, la luz

medio de un descampado, sin rastro de edificios ni personas, seguramente la habían

rutas posibles, calculando si tenía alguna oportunidad de escapar si se liberaba de sus

que el hombre de la cara feroz, con una cicatriz serpenteante

bajito se acercó y preguntó: “¿Ya trajeron a la chica?”

escupiendo el palillo de dientes que tenía en la

la comparó a

rostro feroz y el

tropezar y, mientras se

gracias al pastizal, su pequeña acción pasó desapercibida.

de que él hubiera pasado por alto ese detalle, y no la hubiera registrado; cuando entró al café, para molestar a Rafael, había puesto su celular en silencio.

al cielo era que la función

vida…

no podía respirar, ni emitir el más mínimo sonido, sólo se

almacén grande, que seguramente antes se usaba para almacenar mercancías, pero en ese momento

la puerta de metal

Tenían una mesa frente a ellos, con botellas de cerveza esparcidas por encima y por el suelo,

en sudor, y el hecho de que no se desmayara

el mismo espacio que esos

sol comenzaba a ponerse

una hora antes de lo habitual de Grupo Castillo, evitando la hora

camino privado y no muy lejos, el Range Rover blanco disminuyó

patio.

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