Capítulo 667

Antonio se acercó al ascensor y sacó un cigarrillo de su bolsillo para encenderlo. Mientras lo fumaba con desgano, esperaba que el ascensor llegara al primer piso. Con pasos largos, salió del edificio, exhalando humo blanco por la boca.

Entrecerrando sus ojos encantadores, no le fue difícil encontrar el coche estacionado abajo con las luces encendidas.

Antonio apagó la colilla de su cigarrillo y la arrojó a la papelera cercana, caminando con una mano en el bolsillo hacia el coche y se inclinó para tocar la ventana del copiloto.

“¡Toc, toc!”

Rodrigo, al escuchar el sonido, miró con alegría hacia la ventana.

Cuando reconoció al hombre que estaba afuera, su expresión cambió rápidamente a una de rigidez. Al abrir la puerta, Antonio ya se había acomodado en el asiento del copiloto.

Rodrigo frunció el ceño y le preguntó de inmediato, “¿Por qué estás tú aquí?”

“¿Te decepcionaron?” Antonio lo observó de reojo con el rabillo del ojo.

Rodrigo lo examinó de arriba a abajo, ese era su tercer encuentro cara a cara con él. Antonio era unos años mayor que él, y tal vez por eso, incluso su desgano parecía más maduro. Sobre todo, la manera en que se comportaba irradiaba una elegancia natural que era difícil de igualar.

Apoyando su codo en la ventana del coche, Antonio parecía tan relajado como si estuviera en su propio vehículo, esbozando una sonrisa cansada, “Señor, usted ahora es un recién casado. Supongo que la noche de bodas habrá sido muy placentera, ¿no?”

“¡No tengo nada que decirte!” La cara de Rodrigo se tornó incómoda.

La mención de la noche de bodas le recordaba dolorosamente que ahora estaba casado con otra mujer.

Con las manos firmes en el volante y las venas sobresaliendo en el dorso de sus manos, Rodrigo apretó los dientes y le dijo, “Lo siento, no hay nada de qué hablar entre tú y yo. No vine aquí para verte a ti, ivine a buscar a Marisol!”

“Lo sé.” Antonio sonrió con pereza, cambiando el tono de la conversación, “Pero como su esposo legal, creo que tengo derecho a ayudarla a manejar algunos problemas.”

le preguntó incrédulo, “¿Ella

“Así es.”

calma que parecía innata, Antonio le mintió sin inmutarse, “Ahora que ella está casada, me pidió que te dijera esto: vive

ya es casi las nueve, si no tienes nada más que hacer, mejor regresa pronto a casa. No está bien estar merodeando alrededor de la casa de otros, y tampoco puedes dejar que tu esposa recién casada se preocupe.” Al final, Antonio miró su reloj con un aire pretencioso, su tono y expresión coincidían en su falsedad, y como si fuera a propósito, continuó hablándole despacio, “También tengo que subir, ella debe estar preocupada por

sus ojos se

coche, y se rio con desdén, “Te lo has buscado, siempre queriendo tener lo mejor de dos mundos sin ver siquiera si eres digno. ¿De qué sirve arrepentirse ahora? ¿Por qué no la valoraste antes, cuando la engañabas y te veías

de tus sermones!” Rodrigo, que le habían tocado su

coche, sus delgados labios perdieron su curvatura y sus ojos se estrecharon de repente, enfriándose, “No tengo tiempo para darte

Marisol, que estaba sentada en el sofá cambiando canales en la televisión, se

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fue que saliste?”

antes y no lo había visto en la sala, pensó que estaria

agachó para cambiarse las zapatillas y le respondió con indiferencia, “Bajé a tirar la

no

tenía un pequeño hundimiento, donde Antonio se sentó cruzando sus largas piernas, aún traía consigo el aire fresco de la noche que se sentía al entrar.

garganta se secó al mirarlo, “Ese… Antonio, acabas de

voz de Antonio era serena

no le dijo nada más, asumiendo que Rodrigo ya se habría ido al ver que ella no le prestaba atención. Hizo un gesto

mesa del salón reposaba un vaso de jugo de naranja de atractivo

de tomarlo, sino que se recostó hacia atrás perezosamente, “Bébelo tú, ya me lavé los

Marisol se quedó mirándolo

después de

más remedio que tomar el vaso y

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