Capítulo 775

“¿Ya te fue a Costa de Rosa?”

Perla corrió al escucharla, “¿Por qué se fue tan de repente? Habíamos quedado que pasaría la noche y- mañana temprano te llevaria a ti y a Sayna.”

Marisol traço saliva, tartamudeando, “Tal vez haya algún asunto urgente en el hospital.”

Perla y Jordi se miraron desconcertados, ella se secó las manos en su delantal y llevó a Marisol a un lado, preguntándole en voz baja, “Marisol, ¿tuviste una pelea con Antonio?”

“No…” Marisol negó con la cabeza.

Desde el principio hasta el final, no habia visto ni un atisbo de ira en la cara de Antonio, ni siquiera la despreocupación y pereza que normalmente mostraba.

Con un leve dolor palpitante en su sien, Marisol levantó su mano y le dijo, Tía Perla, voy a mi habitación a cambiarme. ¡Llámame cuando sea hora de comer!”

Al cerrar la puerta, se recostó en ella, estaba exhausta.

Mirando por la ventana la luz del atardecer que ya se había desvanecido, supuso que Antonio ya estaría en la carretera. Puso su mano sobre su vientre y finalmente esbozó una sonrisa.

La semana pasó volando.

Marisol empacó sus cosas de la oficina en una caja de cartón, tocando el borde del escritorio con cierta nostalgia. Después de cuatro años de trabajo, le daba pena dejarlo atrás.

SU

Habia terminado todo el trabajo de transición y, gracias a la comprensión del editor en jefe, pudo dejar puesto medio mes antes de lo habitual. Muchos compañeros vinieron a despedirse, pero Gisela fue quien más le costó decirle adiós, quien la acompañó hasta el ascensor y le agarró la mano con fuerza. “Marisol, ¿realmente tienes que irte?”

“Gisela, sabes que esta es la única opción que tengo,” le respondió Marisol con firmeza.

Gisela bajó la mirada hacia su vientre y, comprendiendo la dificil situación de su amiga, le preguntó de nuevo, “¿Se lo dijiste a Antonio?”

Marisol le respondió en voz baja, “Si…”

pueblo aún persistia en su

de Marisol proyectaban sobre

y se quedó mirando las calles pasar. Cuando llegó al complejo de apartamentos a orillas del río, el guardia de seguridad Héctor la saludó

por únos segundos antes de entrar con su caja. Sacó su teléfono

“¿Hola?”

que le contestaron la llamada, se escuchó una voz de hombre baja y familiar.

apretó el teléfono, “Antonio, soy yo.”

sé,” le respondió

su llamada, “Te llamo para hablarte del apartamento. No se cuándo volveré si me voy a Australia, y no viviré aquí más. Quiero devolvertelo. Si pudiste transferirlo a mi nombre antes, seguramente puedes hacer

su respuesta, le preguntó,

la voz de Antonio sonaba grave.

miró al ascensor que subia y continuó, “Todavia tengo muchas cosas en el apartamento que no puedo llevarme. Si te estorban, puedes tirarlas a

boleto de avión?” le preguntó Antonio.

asintió, “Si, el vuelo es pasado

una operación ese día y no podré despedirte.”

¡está bien!” Marisol se apresuró a decirle, nunca había esperado

la voz de Antonio era

dijo

repente recordara algo más, abrió la boca de nuevo, “Ah, y

tenía un

de Rosa, la casa debía volver a su dueño original, y por lo tanto, la llave también debería ser devuelta. Entonces le preguntó:

había reportado al

de silencio, le dijo de

lo que sea!

su labio, “¿Entonces cuelgo?”

de Antonio sonaba hostil.

esperara que ella colgara la llamada. Después de contener la respiración por dos segundos, finalmente terminó la

teléfono se fue oscureciendo poco a poco hasta que se le apagó la pantalla.

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