—Cálmate, Edgar. Todavía no eres una causa perdida. Es que…

Demián dudó.

—¿Tiene alguna manera, maestro? Dígame.

Un rayo de esperanza brilló en los ojos de Edgar.

—En este momento, si quieres recuperarte —dijo Demián mientras apretaba los dientes—, tienes que dejar que el mal entre en tu cuerpo. Sólo así podrás curarte por completo.

Edgar se quedó pensativo al oír aquello. No entendía qué significaba dejar que el mal entrara en su cuerpo o, en realidad, de qué estaba hablando Demián.

—¿Qué quiere decir, maestro? Haré lo que sea necesario para recuperarme.

Con la mente puesta en la recuperación y la venganza, Edgar no pensó en el coste.

—Piénsalo bien, Edgar —advirtió Demián—. Permitir que los espíritus malignos entren en tu cuerpo no te convertirá ni en humano ni en demonio. El acto podría incluso devorar tu alma.

—¡Lo que sea necesario, Maestro! —gritó Edgar con todas sus fuerzas—. Sería mejor que estar postrado en la cama toda mi vida, de todos modos. Lo haré.

se sumió en un silencio pensativo durante un

—Te complaceré, entonces.

inmediato con una campana de madera bajo el brazo. Una capa de polvo cubría

quitó el polvo y miró estoicamente la campana de madera que

tomado la decisión

un rayo de luz dorada brotó de la

abrieron de par en par al verlo. En un instante, una niebla negra surgió de la

hizo visible una sombra oscura que parpadeaba en el

de

¡Por fin soy

se quedó atónito

pudieras

de saber que había una sombra oscura

a Demián y luego a

talento! Resulta que

se introdujo

escrito en su rostro. Después de un rato de mareo, otra voz sonó

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