Era la primera vez que el espíritu hablaba a través de Edgar.

—No eres más que un espíritu sin cuerpo. ¿Cómo te atreves a hablar con tanta arrogancia? Hoy no tendrás dónde esconderte…

El aura de Jaime volvió a dispararse mientras hablaba. Resultó que no había luchado contra Edgar con todas sus fuerzas en todo este tiempo.

La luz dorada de Jaime brilló con más intensidad cuando empezó a recitar el conjuro calmante.

Era como un sol humano que iluminaba toda la oscura noche.

La luz dorada se extendió a lo largo de varios kilómetros, iluminando toda la montaña hasta que fue visible en la oscura noche.

Edgar lanzó un grito bajo la luz dorada. El aura de Jaime seguía creciendo como si no tuviera límites.

El rostro de Edgar palideció y el miedo empezó a aflorar en su corazón.

Bajo la luz dorada, el espíritu perdió instantáneamente el control del cuerpo de Edgar.

Cuando Edgar recuperó el control de su propio cuerpo y sintió el aura aterradora de Jaime, se estremeció. En verdad estaba aterrorizado.

Toda su confianza había sido hecha añicos por Jaime al darse cuenta de la insalvable distancia que los separaba.

Jaime era un enigma. Todo el mundo quería saber más de él, pero nadie podía ver a través de él.

Antes de esto, lo habían dado por muerto varias veces. Sin embargo, siempre volvía a la vida.

sabía en realidad lo fuerte que era Jaime. Renovaba la percepción que los demás

esperando?

Edgar miró a Rigoberto no muy lejos antes de apretar los dientes

ya no podía importarle menos. Lo más importante para él era escapar

—preguntó con frialdad

figura desapareció

dio la vuelta y vio que Jaime ya estaba

Edgar ni siquiera vio cómo lo alcanzó. Era como si hubiera aparecido de

¡Bum!

gran mano dorada se abalanzó sobre Edgar. Éste quiso esquivarla,

aterrizó directo en la espalda de Edgar, destrozando la armadura

toro en una cacharrería y nada parecido al hijo

por muerto vorios veces. Sin emborgo, siempre volvío o

lo percepción que los demás teníon de él codo

¿Qué estás esperondo? ¿Quieres morir

por lo voz del espíritu en su cobezo, Edgor miró o Rigoberto no muy lejos ontes de

no podío importorle menos. Lo más importonte poro él ero escopor

—preguntó con frioldod

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de otrás. Se dio lo vuelto

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¡Bum!

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