Un sedán negro avanzaba a toda velocidad por una carretera desierta de Cananea, llevando a Kazuo y a otros dos emisarios.

A esa hora ya deberían estar en un avión de vuelta a casa.

Los emisarios no tenían motivos para quedarse, puesto que Jaime ya había matado a Junio. Sin embargo, tras comprar sus boletos de avión, renunciaron a sus asientos y se quedaron en Cananea.

Uno de los emisarios preguntó:

—¿Adónde vamos, señor Kawaguchi?

La mirada de Kazuo se encapuchó mientras respondía:

—Sigue conduciendo. Deja de hacer preguntas.

El emisario se quedó en silencio y siguió conduciendo como se le había ordenado. El coche sólo se detuvo cuando la carretera desembocó en una zona abandonada.

Kazuo se apeó del coche y contempló la imponente montaña que tenía delante. Sonrió cuando su mirada se posó en un bosque primigenio al pie de la montaña.

—Han pasado más de veinte años. Nunca pensé que tendría la oportunidad de volver…

Tras murmurar aquellas crípticas palabras, Kazuo se adentró en el bosque primigenio, seguido de cerca por los dos emisarios que le acompañaban.

de media hora, Kazuo se detuvo de golpe y agitó la palma de la mano. Dos figuras sombrías se materializaron de repente en el espacio que

con mucha

dos figuras se pusieron rígidas por la sorpresa. Tras

otro gesto de la mano de Kazuo,

Los puestos de control no han cambiado en veinte

a definirse. Vestían uniformes negros de samurái y llevaban katanas.

la escena con los ojos muy

son? —preguntó uno

Kazuo respondió con frialdad:

a Ono Jiro que

sus palabras. Uno de ellos se dio

a toda prisa con un

a Kazuo, se quedó helado antes

de repente? ¿Ha recibido nuevas órdenes

mediar palabra, Kazuo se adelantó y abofeteó a Ono dos veces en

se atrevió a protestar y aceptó de

Kazuo reprendía

tan estúpido? ¡Nunca cambiaste los puntos de control! ¿Y cómo has podido enviar a tan pésimos samuráis a hacer guardia?

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