Acababan de salir del hotel cuando un taxi los detuvo en seco.

Jaime levantó la vista y se dio cuenta de que era el hombre bajito que lo había llevado al hotel.

No entendía por qué le había parado.

—Señor, ¿tiene tiempo ahora? Me llamo Cortés. ¿Puedo invitarlo a comer? —preguntó Cortés.

Jaime rechazó su invitación de inmediato.

—No hace falta. No ha sido nada. Además, no me pediste que pagara el viaje, así que estamos en paz. No tienes por qué hacerlo.

Sin embargo, Cortés parecía perplejo.

Al ver eso, Jaime supo que no era tan sencillo como comer juntos.

—¿Necesitas algo más? —preguntó Jaime.

Cortés asintió torpemente.

Torres, me ha enviado aquí para invitarlo.

grupo? —Jaime se sorprendió al saber que un

cuenta de

formado La Hermandad Cananea para evitar que nos acosen. Cuando volví y le conté el incidente del aeropuerto, expresó su

comprendió la explicación del hombre. Todos eran Cananeanos, así que Jaime

conocían las antiguas ruinas de la Isla Oso de

todo, habían residido ahí

estaba encantado de que Jaime hubiera aceptado la invitación. Acogió a Jaime y Gilberto en el coche y

a un enorme

a una casa de dos pisos y

—¡Señor Torres, están aquí!

las escaleras con paso lento y grácil. Su fuerte

sólo fuera un Gran Maestro de Artes Marciales, pero su

pudo evitar fruncir el ceño al darse cuenta de que no

—exclamó y les

le dijo a

poco de

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