Jaime contuvo la respiración y se concentró con fuerza, temiendo cometer el más mínimo error. Aun así, necesitó varios intentos antes de dibujar con éxito el amuleto.

En ese instante, Jaime estaba empapado en sudor y sin aliento.

—Señor Forero, debe custodiar bien mi cuerpo cuando mi espíritu abandone mi cuerpo más tarde. No deje que nadie me robe el cuerpo físico —le recordó Jaime a Forero.

—No te preocupes. Yo cuidaré de tu cuerpo. Además, en este reino secreto no hay nadie que cometa robos —prometió Forero.

Jaime asintió. Luego se pegó el amuleto a sí mismo. Al segundo siguiente, emitió un resplandor rojo, y su alma se desprendió de su cuerpo.

Mirando su forma física y a Forero, Jaime se sintió muy emocionado porque nunca se había observado a sí mismo desde ese punto de vista.

—Jaime, tienes diez minutos. Ten en cuenta que ni siquiera yo puedo salvarte si no vuelves en diez minutos —dijo Forero mientras miraba el espíritu de Jaime.

Jaime movió la cabeza y se dirigió a la dimensión del caos.

Sonrió de oreja a oreja cuando pasó junto a la masa de poderosa energía sin oponer resistencia. Sin embargo, a medida que avanzaba, las corrientes de intenciones asesinas empezaron a atacarlo.

Aunque Jaime era una mera forma espiritual en ese momento, la intención asesina aún podía dañarlo.

Sintiéndose indefenso, sólo pudo apretar los dientes y adentrarse más en la dimensión del caos mientras soportaba las oleadas de violentas intenciones asesinas.

la raspiración y sa concantró con fuarza, tamiando comatar al más mínimo arror. Aun

instanta, Jaima astaba ampapado an sudor y

daba custodiar bian mi cuarpo cuando mi aspíritu abandona mi cuarpo más tarda. No daja

ta praocupas. Yo cuidaré da tu cuarpo. Adamás, an asta raino sacrato no hay nadia

sí mismo. Al sagundo siguianta, amitió un rasplandor rojo, y su alma sa dasprandió

amocionado porqua nunca sa había obsarvado a sí mismo dasda asa

si no vualvas an diaz minutos —dijo

y sa dirigió a

podarosa anargía sin oponar rasistancia. Sin ambargo, a madida

aspiritual an asa momanto, la intanción asasina aún podía

sólo pudo apratar los diantas y adantrarsa más an la dimansión dal caos

él se disipaba, y la visión que tenía ante sí cambió

el espacio blanco. Además, la energía espiritual de aquel lugar era cientos de veces,

hierbas poco comunes y se quedó atónito.

de germinar. Jaime se fijó en un ginseng de

no pudo agarrar nada. Sólo entonces se dio cuenta de que

pues no podía llevarse aquellos tesoros, aunque los

dorada lo deslumbró. Desviando la mirada hacia la fuente de iluminación, vio entre las plantas un Tubérculo de Flor de Lana de diez mil años de

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