Capítulo 1

Kathleen Johnson estaba sentada en la cama, envuelta con una manta. Se veían pequeños moratones rojos tanto en su hombro como en su delicada clavícula. Aunque estaba aturdida, nadie podía negar lo sensual que se veía.

El sonido del agua corriente del baño se detuvo de golpe, y unos momentos después, Samuel Macari salió con una toalla blanca envuelta alrededor de su cintura. Tenía hombros anchos, un cuerpo delgado, abdominales bien definidos y los rasgos cincelados de un modelo. En realidad, se veía mucho mejor que uno. Su voz profunda y magnética sonó:

—¿Por qué estás aturdida? ¿Has pensado en lo que quieres?

Kathleen volvió a sus cabales. Se tragó el nudo en su garganta mientras miraba el cuerpo musculoso del hombre.

—¿Está bien si no nos divorciamos? —preguntó. Su voz era dulce como de costumbre, y sus ojos estaban llenos de una pizca de inocencia y miseria.

—¿Por qué te has vuelto tan ignorante de repente? —cuestionó Samuel. La miró con una mezcla de compasión y desdén. Anunció—: Nicolette ha vuelto.

El corazón de Kathleen se hundió. Por supuesto, ya lo sabía.

Nicolette Yoeger era el amor de la infancia de Samuel.

Por desgracia, no fue bien recibida en su propia familia, ya que era una hija ilegítima. Por eso, la familia Macari no estaba de acuerdo con el matrimonio.

Kathleen, en cambio, era de una familia con buenos antecedentes. Casi inmaculados: Sus padres eran médicos, que por desgracia, habían fallecido al intentar rescatar a la abuela de Samuel, Diana Lane, de un incendio.

La pareja se había sacrificado para salvarla. Por agradecimiento, y para evitar que Samuel se casara con Nicolette, Diana había lo obligado a casarse con Kathleen.

Por aquel entonces, la anciana había estado mal de salud, y el médico había dicho a la familia que estaba en estado crítico. Así, Samuel no tuvo más remedio que aceptar el matrimonio concertado.

Le había dicho a Kathleen que no se enamoraría de ella y que todo lo hacía por la tranquilidad de su abuela. Ella lo entendió.

Se parecía mucho a un inofensivo conejito. Era amable y atenta, y nunca fue una persona competitiva. Por eso, le había asegurado: «Mientras siga siendo la señora Macari, te cuidaré. En tres años, nos divorciaremos, y te compensaré cuando llegue el momento».

le miró con

hora de que me enfrente a la realidad. He sido gentil y obediente durante tres

Y cada vez que lo hacía y estaban en la habitación, Samuel no podía evitar hacerle

una gran seductora», se recordó él. Al pensar que ella de seguro volvería a casar luego de su divorcio, y de que usara esa misma voz suave para

—¿Hmm? —respondió.

sus ojos. Se armó de

—Sam, estoy embarazada.

rostro de Samuel se ensombreció de

—¿Qué dijiste?

tembló, sin poder controlarse. Se

—Estoy embarazada.

de él —pidió

—¿Qué?

en mi plan de divorciarme de ti sólo por un bebé. Además, no quiero

Qué hombre tan frío… ¡El bebé

qué te

de mentir —se burló Kathleen, pero su corazón sangraba por

veía cada vez

Si no me crees, ¿por qué no vamos al hospital a que me

bebé. Te daré cien millones extra para que puedas

matrimonio?» Kathleen esbozó una

no tienes que darme dinero

sujetó la barbilla y

plan después de

le rodeó el cuello con sus

el mundo del

academia de cine tras realizar un curso de interpretación. Si no fuera por su matrimonio, hacía tiempo que habría ganado un premio a

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