La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA By Day Torres CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 1. La mujer sin nombre

diez veces antes de retirarse. Estaba un poco aliviada porque por fin había conseguido un trabajo. No era nada glamouroso, solo era un puesto muy pequeño como la chica del correo, pero eso evitaría que sus tíos la echaran a la calle. Amelie se había quedado huérfana desde muy niña, y desde entonces había vivido con sus tíos paternos. Estos se habían hecho cargo de su educación… y se la habían cobrado en servicios en su casa, así que Amelie no era más respetada que cualquier sirvienta de los Wilde. Ahora, con dieciocho años, le estaban pidiendo que les devolviera cada centavo. —Ya sé que son unos sinvergüenzas, pero son la única familia que tienes, Amelie, y si te echan a la calle serías una indigente…  —pensó en voz alta, limpiándose las lágrimas de impotencia y hablando consigo misma mientras caminaba hacia el estacionamiento—. Este trabajo hará que todo sea diferente, con este trabajo por fin podré escapar de una vez… Estaba apenas saliendo del edificio cuando junto a ella vio que una niña como de siete años se soltaba de la mano de un hombre. Al parecer había visto un juguete interesante en una vidriera cruzando la calle y no había dudado en correr hacia él. Amelie vio un coche que venía del otro lado, y que la atropellaría sin remedio. No lo pensó dos veces y corrió hacia la niña para rescatarla. El coche venía a toda velocidad, pero Amelie logró agarrar a la pequeña por la cintura y tirarla fuera del camino justo a tiempo para evitar que la camioneta la impactara. Sin embargo, aunque la camioneta frenó tanto como se pudo, no logró evitar que le diera, y Amelie fue empujada un par de metros por el golpe. La niña corrió de nuevo hacia ella mientras lloraba, asustada, y el hombre se acercó corriendo. —¡Gracias! —le dijo asustado—. Mi jefe me mataría si algo le pasara a la niña Sophia. Amelie estaba temblando, no solo por lo cerca que había estado de ser atropellada, sino porque sabía lo que podría haberle pasado a la niña si ella no hubiera actuado rápidamente. Pero la pequeña estaba aún más asustada que ella. —¿Sophia, así te llamas? —le preguntó con cariño, tratando de calmarla, y la niña asintió—. Tranquila, princesa, no pasó nada, las dos estamos bien. ¿Ves? La pequeña estaba temblorosa, así que Amelie se quitó uno de los cuatro dijes de su pulsera, y se lo colocó en la fina cadena que la pequeña traía al cuello. —Esta es una medallita de San Cristóbal, el protector de los niños. Siempre te va a proteger, ¿de acuerdo? Nada te va a pasar mientras la lleves. —Sophia miró la

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