Capítulo8
—¡Ay! ¡Beatriz! ¿Estás bien? —Ema se sorprendió mucho, pero también le pareció gracioso.
Alejandro se apresuró a acercarse y trató de levantar a Beatriz del suelo, pero ella se aferró y no se movió.
—Ugh… Alejandro… me duele mucho. Abrázame rápido —Beatriz se quejó llorando, con las rodillas doloridas.
Clara cruzó los brazos y miró fríamente a la mujer en el suelo. Beatriz era una mujer astuta, que siempre se hacía la débil cuando estaba cerca de Alejandro.
—Alejandro… ¡ella me empujó! —Beatriz se escondió tímidamente en los brazos del hombre, dirigiendo una mirada malvada hacia Clara.
—¿Estás segura de que fui yo quien te empujó? —Clara sonrió en vez de enojarse, y la observó actuar.
—¿Cómo podría haberme caído sola en el suelo? ¡Eso es imposible! Además, me empujaste cuando pasé por tu lado. —La voz de Beatriz se volvió más aguda de lo normal.
—Eso no es imposible, después de todo, estás enferma y pareces estar a punto de morir. Tal vez fue el viento el que te tiró al suelo—dijo Clara con una sonrisa irónica.
—¿Me estás maldiciendo a morir?—Beatriz se enfureció, su rostro se puso rojo.
—Beatriz, vivimos en una sociedad justa , hay cámaras en todas partes, no puedes culpar a otros sin pruebas —dijo Clara con una voz fría y amenazadora.
De repente, los ojos diáfanos de Clara se oscurecieron, su presencia se hizo más fuerte y dijo:
—Si encuentro pruebas, puedo acusarte de difamación.
Los ojos de Alejandro se abrieron de sorpresa. Irene era una persona completamente diferente ahora. Ya no era la esposa humilde y solitaria que se quedaba en casa todo el día. Beatriz evidentemente se sintió abrumada por la presencia de Clara, y buscó ayuda en la mirada de Ema.
—¡Oh, es un malentendido! ¡Todo es un malentendido! —Ema miró discretamente hacia la cámara de seguridad que había sobre sus cabezas y trató de calmar la situación.
—Debes haber tropezado y golpeado a Irene, por eso pensaste que ella te empujó. Todo es un malentendido.
—¿Estás segura de que te caíste sola, Beatriz? —Alejandro miró a la mujer en sus brazos con una voz fría.
ella me empujó. —La mirada de Beatriz se
nerviosa y
Es una reliquia de la familia Sánchez. ¡No se habría roto si no fuera por ella! Irene, sé que estás enojada por tu divorcio con Alejandro, pero no deberías desquitarte conmigo de esta
comenzó a llorar
Clara respondió con ironía:
agradecerte por ayudarme a salir de la oscuridad y no tener
amanecer? El rostro
una reliquia de tu familia, entonces deberías darme las gracias
atónita. Incluso Ema estaba
arrojó la mitad del brazalete a la papelera y la pulsera de jade que su abuelo le había regalado a Beatriz
estar contigo. Al menos compra algunos buenos accesorios para
de Alejandro
con forma de rana en el tocador de la familia Hernández. Si a tu hermana no
maldita Irene estaba insultándola de manera indirecta. Beatriz estaba tan enojada que quería responder, pero ella ya se había alejado con
del hospital, Clara no podía dejar de reír al recordar
la voz magnética de Alejandro y
suave sopló, levantando unos mechones de pelo negro de Clara y haciendo que ondearan en el viento, lo que añadió una sensación de pura sensualidad a su belleza. Alejandro entrecerró los ojos y
algún consejo más,
era
su brazalete, dile que mañana iré al supermercado y le compraré
hospital, le dijiste a mi
la mención a su abuelo—. No pienses
estamos a mano —dijo Alejandro con un
Clara parecía confundida.
—¿Qué quieres decir?
mi abuelo ni a
con sorpresa. ¿Estaba hablando
por qué usaste una identidad falsa para casarte conmigo, o más bien, ¿cuál era tu objetivo al acercarte a mi abuelo con una identidad falsa? —preguntó Alejandro mientras
tensa y retrocedió sin darse cuenta de que había un escalón al lado. De repente, se tambaleó y cayó hacia atrás, pero, al siguiente momento, sintió el calor de la cintura de Alejandro. Él la sostenía
que se ajustaba perfectamente a sus gustos estéticos. Recordaba perfectamente hace trece años, cuando solo tenía once años, en medio de una tormenta oscura y aterradora, los ojos brillantes de Alejandro. Él le había salvado la vida.
la ayudó a
—Gracias —dijo ella.
mi pregunta —insistió
tu esposa, tengo el derecho de no decírtelo —Clara se burló y se dio la vuelta—. Ya que dijiste que estamos a mano, ¿por qué aferrarte a mí? Incluso si tengo una identidad falsa, no
agarró su brazo y su expresión se
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