Capítulo140

-Por ti, soporto el viento frío, lágrimas en momentos de soledad…

Alejandro realmente había esperado mucho tiempo, pero se mantenía firme. Anteriormente, en el

ejército, podía estar en posición de firmes durante todo un día, por lo que unas pocas horas no

significaban nada.

Sin embargo, su corazón siempre estaba en tensión.

Le preocupaba que Irene cambiara de opinión repentinamente y se negara a salir a verlo. ¿Qué haría entonces? ¿Forzar su entrada? Pero esto era la residencia de los Pérez.

Además, ¿con qué identidad podría golpear la puerta de los Pérez?

No encontraba una razón convincente.

Las pestañas de Alejandro temblaron ligeramente como plumas de cuervo, su pecho se sentía apretado. Sacó el último cigarrillo de la caja y lo encendió justo cuando los tacones altos resonaron

acercándose.

-Alejandro.

El corazón de Alejandro dio un vuelco repentino y alzó la mirada hacia su ex esposa, carente de expresión en su rostro, con una frialdad glacial en su mirada. El cigarrillo que tenía en la boca

tembló y las cenizas cayeron al suelo.

un vistazo a los pies del hombre.

el suelo lleno de colillas de cigarrillos, frunció el ceño una

fumar? ¿Qué estás haciendo?

esperado

rápidamente apagó el cigarrillo,

ella.

adelante.

encontrar excusas para acusar–Clara sonrió

en los nudillos, se apretaron un poco, su voz era ronca

al humo

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has logrado tu objetivo. Por favor, Alejandro, cumple tu palabra y deja

molestar a mi hermano.

atender y necesito regresar de inmediato. Por favor, recoge las colillas de cigarrillos aquí antes de irte y no ensucies

cara de Clara estaba tan fría como el agua estancada mientras hablaba mecánicamente, luego se

la frialdad e imponente presencia de

lo superaba.

siempre había sido una mujer amable y gentil, siempre sonriente y radiante cuando veía al Sr. Hernández, como un sol cálido

ni un destello de esa luz única que pertenecía al Sr. Hernández.

el Sr. Hernández para convertir

desalmada como ella?

-Irene, detente.

te he

así?

soy tuya, ¿por

ojos, su tono era frío y despiadado: -En el pasado, cuando te divorciaste de mí, ¿no estabas feliz? Me apuraste con urgencia para cederle el

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