Capítulo247

-¿Puedes prometerme, por favor, que no te pondrás de impulsivo ni enojado después de escuchar

esto…?

– Ve al grano. César tragó saliva nerviosamente y dijo–Acabo de ver… a la señora Pérez siendo empujada hacia una habitación por un hombre con gafas…

Alejandro sintió como si un trueno estuviera explotando en su cabeza y sus ojos se volvieron rojos

de inmediato. -¿En qué habitación? ¡Llévame allí!

Compraron rápidamente una pastilla para la resaca.

Pol tomó el frasco de pastillas de la mano de su secretario y le dio de beber a Clara personalmente,

preparando agua tibia para que se enjuagara la boca.

El secretario estaba sorprendido al ver esto. El señor siempre había sido implacable y astuto en su trabajo, y durante tantos años ninguna mujer habia podido acercarse a él. ¿Quién era esta chica para hacer que su jefe la tratara con tanta atención y servicio? ¿Acaso el señor se había interesado en ella? Realmente los machos bien machos caen fácilmente ante mujeres hermosas. Mas quien

sabe siesta despampanante belleza podría pasar la prueba del señor León.

-¿Te sientes mejor? -Pol preguntó con suavidad al ver que el rubor de su mejilla había

disminuido un poco.

Clara puso su mano en su pecho y su vista se enfocó gradualmente, pero su estómago todavía

y tenía ganas

en el futuro

un momento, pero podía ver que

mala intención hacia

Además, era… bastante guapo.

las gafas doradas añadían un toque de

¿te conozco de algún lado? -Clara se frotó

de Pol se estrecharon ligeramente como el

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la puerta de la habitación se abrió de

cuchilla que cortaba a través de la ambigüedad, y su sombra

ojos helados como el hielo

no entendía lo que estaba

que estás aquí?…

-Ven conmigo.

contuvo su rabia que estaba a punto de estallar y, sin más palabras, agarró su delgado brazo y lo

podría describirse como una tormenta que cubre el cielo de

de verdad casi que literal la descripción de la ira que él

robó su proyecto durante el

¡Es una perdedora, un animal con

cara blanca!

tiene ni una pizca de

debería seguirte… quién eres tú? -Clara estaba sobria en gran parte y luchaba

ataduras–¡Suéltame! ¿Acaso eres un

ha dado el derecho a

mi paciencia! -Alejandro apretó los dientes, sus dedos

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