Capítulo301

-He dejado a Beatriz. Ella no volverá a molestarme, -dijo Alejandro con una mirada fría.

-¿En serio? Felicidades, señor Hernández. Aunque esta noche no te ha pasado nada bueno, por lo

menos te has librado ya de un problema.

Clara con una sonrisa de oreja a oreja, y con sus ojos brillando como una imponente rosa roja con

espinas, dijo–sé que señor Alejandro tiene experiencia en lidiar con relaciones. Me pregunto si la

señorita Beatriz recibió plata y una villa a cambio. Alejandro sintió un fuerte dolor en el pecho al

escuchar esas palabras.

La cruel escena del pasado volvió a su mente, cuando había arrojado el acuerdo de divorcio frente a

Clara. En aquel entonces, había sido terco, decidido a escapar del matrimonio, pero nunca pensó en

lo profundamente que la lastimaría, casi destruyendo toda su autoestima.

Ese acuerdo de divorcio con aún manchas de lágrimas seguia guardando en su mesa de noche. Ni

siquiera podía pensar en cómo, aquel día, la había dejado sola en la habitación para ir a buscar a

Beatriz, y en cómo ella había firmado su nombre en el acuerdo con un dolor que le partía el alma

en dos. Al recordar todo esto, su corazón dolía como si estuviera a punto de romperse.

equivocados, pero Clara no había hecho

amaba.

amado al principio, no

genuinos como

podía unir nada

que usaste palabras de tranquilidad para ganar tiempo

la voz de Alejandro

de todo, él

intención de irse, pero una figura imponente bloqueó

¿eres ahora

-Clara, quiero arreglarlo todo.

una mirada ardiente,

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que ahora estás en el hospital, ¿por qué no te haces revisar esa cabezota? -Clara levantó una ceja,

sacrilegio para sus oídos.

pasado, fue mi culpa. El dolor

-Ya basta.

gesto impaciente. -Alejandro, de ahora en adelante, no me

palabras banales de nuevo. Y, ya sabes, ya

casarás con nadie más. Hiciste

de malo? Solo estás protegiendo fielmente tu verdadero amor en

de principio a fin, nunca estuviste equivocado. Fui

a la persona equivocada, y fue mi error. Pero, en esta vida,

mismo error dos veces.

de la impotencia, sus

cerraban en puños.

como una cuchilla afilada, clavándolo despiadadamente en

columna de vergüenza.

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