Capítulo624

Clara sintió cada aliento de Alejandro en su cuello, ardiente como una llamarada acariciando su

piel blanca como la nieve.

Donde rozaba, aparecía un rubor tímido y vergonzoso.

-¡Alejandro! ¿Estás delirando? ¿Qué diablos estás diciendo? ¡Alejandro!

El sudor caliente, empapó la fina bata del hombre y también la ropa de Clara.

Alejandro ardía con una expresión aturdida, su mente nublada, su cuerpo dolorido como si

estuviera a punto de desgarrarse, retorcido de dolor.

Solo tenía un pensamiento: abrazar a la mujer que amaba, aunque fuera un desgraciado, un

despreciable, no quería soltarla.

-Clara, no me dejes. No me odies.

El rostro mojado del hombre estaba enterrado en su hombro, su voz ronca y conmovedora, llena de

pena y desesperación.

Clara sintió el calor en su hombro, sin poder distinguir si era sudor o lágrimas.

de emoción agonizante se extendió lentamente desde lo más profundo de su tembloroso corazón; hasta llegar a cada una de las

centímetro a centímetro.

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Cuando lloré, poniendo en juego todo mi orgullo para suplicarte que no te

como un dios

miró al hombre en su estado lamentable, apretó los labios y sus ojos estaban enrojecidos,

¿estás delirando?

delirando, es

y las lágrimas

rostro, Clara, te amo.

ampliamente. Parecía tranquila por fuera, pero su

esa declaración de

levantó la cabeza con su última fuerza, extendió la

estado anhelando.

con un profundo deseo y pasión, borrosos

sé lo que estoy diciendo. Digo que

conocimiento y cayó pesadamente

qué

Clara se abrieron ampliamente, enojados y preocupados al mismo tiempo. Apretó el

el puño en

iba a pasar, ¿por qué demonios lo hice?

difícil. Sigamos adelante, ambos.

César llegaron al frente de la villa al mismo

como

y era

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