Mi Frío Exmarido

Capítulo 287

Capítulo 287

La reacción repentina de Amelia asustó a todos.

“Niña, ¿qué te pasa?”

Manuel estaba tan preocupado que hasta cambió la forma de llamarla, ya había tomado su brazo sin darse cuenta.

Petra también apretó el brazo de Amelia, mirándola preocupada.

Amelia sacudió la cabeza confundida; ella misma no sabía qué le pasaba, solo vio la ruina frente a ella y de repente se sintió muy triste por dentro.

Tenía la sensación vaga de que no debería ser así.

Pero cómo debería ser, no lo sabía.

Nunca había estado allí, no había nada en su memoria relacionada con ese lugar, pero había una sensación familiar que no podía explicar.

La confusión emocional la hacía sentir un dolor de cabeza.

Llevó su mano instintivamente a la sien, tratando de aliviar la incomodidad en su cabeza.

Petra, viendo que Amelia no estaba bien, se preocupó y la tomó de la mano: “Vamos a la casa a sentarnos un rato, a tomar un poco de agua primero.”

Dicho eso, llevó a Amelia hacia la villa cercana que estaba iluminada.

La puerta principal de la villa tenía ese peso y esa sensación de antigüedad, con unos grandes leones en los tiradores que ya estaban pulidos por el uso.

déjà vu

fijamente la puerta que se abría, perdida en sus

abuelo, abuela, ya

resonó de repente desde el patio, acompañada de un tono de fastidio y preocupación, “Escuché que la abuela había

levantó la vista instintivamente y vio a Fabiana corriendo hacia ellos, deteniéndose

ר

se acercó y la notó, sorprendida, la

sorprendida: “¿Ustedes se

en la misma empresa. Además, estábamos en la misma clase en la

esta chica? Hace dos años fuimos a Zúrich a buscar

con esfuerzo: “Parece

Manuel con sorpresa: “¿Abuelo, recuerdas

se adelantó cariñosamente y le tomó del brazo, mirándolo con mimo y elogiándolo: “Mira, siempre he dicho que estás fuerte como un roble y todavía no me

su frente con el dedo en señal de regaño:

al tema: “Bien, bien, hay

fijamente la ternura entre abuelo y nieta, por alguna razón, la tristeza que había reprimido volvió a subir, sintiendo

de repente, acariciando el dorso de su mano

ella se diera cuenta, sosteniendo su mano

miraba, Elisa le sonrió y dijo: “No tengas miedo,

casi sacan

en sus ojos y le sonrió a Elisa con voz suave: “Gracias, abuela, ya llegamos a casa, ¿por qué no vuelves y descansas

la primera parte y asintió sonriendo:

comenzó a llevar a Amelia hacia la

la forma en que Elisa había dicho “Amandita” y frunció

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