La mirada de Evrie se llenó de pánico y su voz se tornó un poco ronca.

—¿Lo sabes todo?— preguntó con un hilo de voz.

Farel, cuyos ojos se oscurecían poco a poco, repitió la situación con calma.

—Funcionario público, buena familia, con casa y carro, quinientos mil pesos para la boda y si es niño, cien mil más para gastos menudos.—

—Ese dinero, todo para la boda de tu hermano.—

El rostro de Evrie se puso pálido hasta el punto del terror.

Farel la observaba fijamente, sus profundos ojos ocultaban algo insondable.

Reinaba un silencio mortal.

Ninguno de los dos hablaba.

Él esperaba, esperaba su rendición, esperaba que ella dijera que se uniría a él desde ese día.

Para Farel, era una victoria segura.

No había nada mejor que controlar a alguien que le falta dinero.

Si ella tuviera orgullo y actitud, tal vez no la conseguiría.

Si ella tuviera límites y principios, tal vez no la conseguiría.

Pero si necesitaba dinero… eso cambiaba todo.

Los ojos de Farel se oscurecían aún más, la serenidad de su mirada escondía una certeza de triunfo.

Evrie, sosteniendo su teléfono caliente, no podía dejar de temblar, pero intentaba mantener la calma.

Dr. Farel sabe bastante.— Dijo ella, forzando una sonrisa

elegir a ningún funcionario público, ni mucho menos ser

desdén. —Nunca digas

luchando por contener las lágrimas que amenazaban

su estómago la abrumaban, no pudo

bien, no

su muñeca y con

retirar su mano, pero él

con la misma tranquilidad

su mano, sin decir

últimamente y su

irse y antes de salir, señaló la caja de medicamentos en la mesilla

la medicina después, ahí tienes pastillas para el estómago, dos antes de cada

mordió su labio sin

Él se marchó.

deslizó lentamente al

se estiró para abrir la caja de medicamentos en la mesita de noche, sacó un frasco de pastillas para el estómago que ya había usado antes, destapó el frasco, tomó dos pastillas

ver un termómetro y una toalla húmeda

la fiebre con

repente, una duda surgió en la

contraseña de su

aclarar su confusión, su teléfono vibró

la pantalla el número que saltaba, el mismo que Farel había recitado, Evrie respiró hondo, ajustó su emoción y deslizó el dedo

a encender el teléfono, eh? Ayer te hablé de la cita a ciegas, más te vale que te lo grabes bien en la cabeza. Este fin de semana tienes que volver, de lo contrario iré yo misma a

todo el proceso por boca de Farel

una mano en su abdomen y una terquedad implacable, dijo: —No voy

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