Al caer la noche, una sombra de significado profundo cruzó la mirada de Farel.

Parecía reflexionar un instante antes de hablar—¿Qué dijiste?—

—Dije que me das quinientos mil y me voy contigo.— Repitió Evrie, levantando la vista con determinación hacia él, su voz era ronca pero clara, sin perder un ápice de cordura.

—Pero quiero efectivo, fajos y fajos, y cuanto antes, mejor.—

Farel bajó la vista, fijándose en el rostro de ella.

En ese momento, Evrie llevaba ese vestido de florecitas verde claro con el cuello ligeramente torcido, manchado con unas pinceladas de sangre seca y oscura; tenía una hinchazón roja en la frente, con un fino hilo de sangre que se colaba entre su cabello.

Sus labios estaban pálidos, y su cara tan pálida que casi no parecía normal.

La desgracia de su situación era evidente.

Si no se hubiera visto en un callejón sin salida, no habría venido a él por su propia iniciativa.

Farel la observó durante un momento, y de repente, sus labios esbozaron una curva burlona.

—¿Así que volviste y decidiste vender tu alma? ¿No te parece muy barato quinientos mil?—

Él se cruzó de brazos, apoyado en el marco de la puerta, con un tono que sonaba a burla, como si despreciara su miseria y se mofara del orgullo que una vez había proclamado con tanta convicción.

Qué ridícula parecía ella.

La garganta de Evrie se tensó; bajó la cabeza y forzó las palabras a través de sus dientes.

—Entonces, ¿aceptas?—

levemente, con un aire de interés burlón

estado conmigo tres veces, deberías saber que no soy tacaño. Quinientos mil no significan nada para mí, te dejé ponerte un precio y sacaste uno tan bajo, ¿no crees que

necesito quinientos mil, así que eso es todo lo

el labio, con una

recta y su postura emanaba una

estás preocupada por tu miserable orgullo. Si

solo quiero

de que Evrie añadiera—Y tengo una condición. Una vez que haya ganado quinientos mil, te los devolveré y tú me dejarás

dejaría ir hasta que se cansara de ella, así que el término “estar

la trampa, era como un mar

que tuviera el dinero, quería comprar su libertad

la única condición que podía

que Farel no esperaba que ella dijera eso, su interés crecía,

conmigo, ya estás pensando en cómo liberarte. Si vienes de

al fin y

Farel—…—.

comprender cómo funcionaba la mente

de juicio y

las ganas de acostarse con ella,

Farel asintió—Trato hecho.—

soltó un suspiro de alivio, apretando su celular y desactivando discretamente

antes,

que tener pruebas de cualquier trato que

Farel se movió ligeramente para dejarle

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