Evrie se enderezó de inmediato y le dijo con una voz que intentaba sonar despreocupada: —¿Quieres agua? Voy a traerte un vaso. —

—No me hace falta—, le respondió Farel con palabras cortantes. —Vete a dormir. —

Pero Evrie se quedó sentada en la silla, estaba reacia a moverse. —Me quedaré aquí contigo. —

—No me voy a morir. Ven a acompañarme mañana, ahora vete a dormir. —

Farel comenzaba a impacientarse.

Sus ojeras de ella eran tan pronunciadas que parecían poder trazar mapas, y su presencia allí no tenía sentido.

—No voy a hacerlo. —

La respuesta de Evrie fue inmediata, y su cuerpo no se movió ni un ápice.

Le daba miedo dejar ese lugar, le daba miedo dejar a Farel.

Temía que al despertar, todo resultara ser un sueño.

Y lo que más temía era que, mientras durmiera, alguien la secuestrara y la devolviera a aquel Parque LR donde no podía confiar en nadie.

—Evrie, ¿estás siendo terca otra vez? —, le preguntó Farel, entrecerrando los ojos y con un tono en el que la paciencia estaba a punto de agotarse.

Siempre que decía eso, era una señal de que estaba perdiendo la paciencia.

Ella se mordió el labio y, extendiendo la mano, agarró su brazo con delicadeza, su voz sonaba suave y suplicante.

—Deja que me quede, ¿por favor? No quiero estar sola…—

Estaba asustada e inquieta.

No sentía ni un ápice de seguridad.

y lastimeros, como un pequeño gato callejero asustado y

Era imposible rechazarla.

un número, ordenando a Joan que añadiera otra cama a la

trajeron una

relajó, quedándose dócil y tranquila

la habitación había guardias, una protección en

era el hospital militar

inferir, por los recursos y la gente alrededor, que Farel tenía una identidad muy importante y un

todo, si no fuera una persona influyente, ¿cómo podría haber coordinado un ataque

La noche se profundizaba.

lado, mirando a Farel sin querer cerrar los

me perforas con la mirada—, le

mirada

me agradecerás? —, le preguntó él con una voz baja

las manos bajo las mantas, pellizcó su propia mano mientras le decía con voz

haga, yo lo

deje juguetón en las

—Sí. —

ya dignidad ni orgullo, no vas a

había sido terca en dejarlo para perseguir sus grandes planes

el ánimo, como una berenjena marchita

la vista con una sombra de

que pagarte de

un trozo de carne en la tabla de

¿qué dignidad o autoestima

y luego agregó con indiferencia: —Ve y tráeme

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