Durante los siguientes días, Evrie se dedicó a cuidar la alimentación y la salud de Farel.

Poco a poco él mejoraba, hasta que pudo empezar a caminar.

La mayor parte del tiempo la pasaban juntos; Farel aprovechaba cada oportunidad para darle besos apasionados, parecía que nunca tenía suficiente.

Cada vez que Evrie intentaba resistirse, terminaba sin aliento y apretada contra su pecho.

—Ya sé que no tengo permitido hacer ejercicio intenso, ¿pero tampoco puedo darte unos besitos?—

Evrie, con las mejillas sonrojadas, replicó: —Pero… es que no paras de besarme.—

—¿Qué clase de noviazgo sería si no nos besáramos?—

—…—

Evrie no podía ganarle en la discusión y, cuando intentaba levantarse, él la sujetaba de la barbilla y le sellaba los labios una vez más.

Los días transcurrían tranquilos, sin interrupciones.

Incluso Evrie había empezado a olvidar las sombras de ese lugar.

Cuando el sol brillaba en todo su esplendor, Evrie tendía la ropa y exponía las sábanas al sol en la terraza del hospital.

Desde allí, se veía un imponente edificio dorado a lo lejos, semejante a un gran palacio, resplandeciendo bajo el sol.

Evrie no podía evitar mirarlo detenidamente.

Entonces, vio a varios individuos de negro arrastrando a una persona hacia un coche.

El vehículo se alejó rápidamente.

Evrie sintió un escalofrío.

—¿Qué lugar es ese?— preguntó.

de Evrie, contestó

ese es el casino más grande de por

¿Un casino?

común

que la persona que vio antes debía

escuchado historias similares en su país natal, sobre personas que apostaban en

era

Rena, al ver la fascinación en la mirada de Evrie, ofreció: —Si quieres, puedo pedirle a mi esposo que te

negó con la cabeza

cosas son ilegales,

como si empezara a entender,

con timidez y no volvió a mencionar el

de luces y colores, de euforia

de juego se agrupaban personas, y aunque era de

he vuelto a ganar!— se escuchaba el grito emocionado en una de las mesas, provocando envidia

hoy estás de suerte, ¡tres

de juego no podían ocultar su

sentado frente a una pila de fichas que parecía una montaña, su

nada, tal vez sea mi habilidad con las cartas. Nací para esto, ¡aquí solo vengo

tres hombres a la mesa

calma, Óscar. Recoge tus ganancias antes

sé lo

respondió con confianza, golpeándose el pecho como

dicho que allí podrían hacerse ricos rápidamente, y aunque al principio

en fichas gratis, y

le cambió las ganancias por efectivo al instante,

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