Zeus entró a la casa de manera despreocupada.

—Oye, si la matas, ¿quién va a atender a los clientes el próximo mes?—

Zeus miró insatisfecho a Leandro y añadió.

—Esta chiquilla es una joya, tiene muchos clientes que la adoran, puede atender a unos diez al día, ¡y eso es dinero!—

Las manos de Leandro se aflojaron un poco, recobrando la cordura.

Aprovechando el momento de debilidad de Leandro, Zeus agarró a la chica del suelo y la llevó a sus brazos.

—Fresa, no temas, él no va a lastimarte, sólo es un loco sombrío, ven conmigo, esta noche te voy a consentir.—

Dicho eso, sin esperar la reacción de Leandro, se llevó a la chica, abrazándola por los hombros.

La chica era demasiado inocente, y encima llevaba el camisón de Evrie, lo que lo hacía hervir la sangre.

En menos de unos minutos, se empezaron a escuchar sonidos reprimidos de un hombre y una mujer desde la habitación contigua.

Leandro cerró los ojos, sintiéndose cada vez más pesado por dentro.

Hacía años que no sentía esa sensación de amar a alguien y no poder tenerla.

La puerta se abrió de nuevo.

Leandro respiró hondo para calmar la agitación en su interior.

—Adelante.—

puerta se abrió y Natalia entró con un montón de papeles en mano, que

el informe financiero del mes

murmuró sin prestar

para servirse una copa de vino y se paró frente al ventanal. Podía ver en el patio del Parque LR, bajo las luces nocturnas, a un grupo de

poder era lo más importante. Para Leandro, ese

hot novel

no

vaso de vino, sus ojos se oscurecieron

crees que pasa por su cabeza?—Preguntó

la mirada y

—La conciencia.—

conciencia…— Leandro repitió suavemente, con una sonrisa

gente que cree en algo

pero tampoco podemos hacer el

años de educación, había logrado entrar a la universidad con

entendía muy bien a

que Evrie había tenido más suerte que ella, y

también estaba más despierta y tenía más

mientras que Natalia había aceptado quedarse atrapada allí, llevando

¿Acaso se estaba arrepintiendo?

lo

acercó a Leandro y lo abrazó por la cintura desde atrás, llamándolo en voz

—Maestro… nunca te traicionaré.

tensó, y en su mente apareció la

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